Europa no está preparada para el envejecimiento que se le avecina

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El «no» de Francia y Holanda a la Constitución europea se ha intentado explicar de varias maneras: es imposible convertir 25 países en los Estados Unidos de Europa; se teme ceder más poder a Bruselas; hay demasiada irracionalidad antiglobalización. Estas teorías ocultan un problema más profundo, según el comentarista norteamericano Robert J. Samuelson («The Wall Street Journal», 15 junio 2005).

«Si Europa no da la vuelta a dos tendencias -la bajísima tasa de natalidad y el lento crecimiento económico-, se tendrá que enfrentar con el creciente descontento de los europeos y una pérdida de poder internacional», dice Samuelson.

Europa ha sido crucial en la historia de la humanidad, para bien y para mal: ha desarrollado la ciencia moderna, impulsó la revolución industrial, acabó con el comercio de esclavos, y creó un imperio colonial y las dos guerras más destructivas. Esa posición predominante está desapareciendo porque no es fácil ser un imperio si tu población se marchita.

Los países del occidente europeo tienen una tasa de fecundidad de 1,5 hijos por mujer y, aunque es cierto que la población ha crecido, lo hace sobre todo en un sentido: una de cada seis personas tiene 65 años o más; en 2030, serán el 25%. Nadie sabe con seguridad cómo van a resolver las economías modernas el aumento de población dependiente de los presupuestos públicos. Pero Europa no parece que esté acertando. En 1970, los Doce crecieron un 3%; pero entre 2001 y 2004, solo un 1,2%. En 1974, esos países tenían una tasa de desempleo del 2,4%; en 2004 era del 8,9%.

La solución más socorrida es la inmigración. Pero, según Samuelson, «a muchos europeos no les gustan los inmigrantes que tienen -a menudo, musulmanes del norte de África- y no quieren más». Otra solución sería reducir los beneficios sociales, pero eso pondría en peligro el «modelo social» europeo que mezcla la eficiencia del capitalismo con la «compasión» socialista.

La comparación con EE.UU. es muy llamativa. Casi la mitad de los parados europeos han estado sin trabajo un año o más; en EE.UU., solo el 12%. En 2003, el 60% de los estadounidenses de 55 a 64 años tenía empleo; en Francia y Alemania, solo el 37%-39%.

Samuelson concluye que «tanta generosidad requiere una economía fuerte; y la fuente de esa benevolencia -impuestos elevados, leyes económicas rígidas- debilita la economía». En general, «Europa está inmovilizada por sus propios problemas. Este es el clásico dilema de las democracias: demasiada gente se beneficia del «status quo» como para cambiar las cosas. En realidad, la Constitución europea no era radical. Pero simbolizaba el cambio, por eso se convirtió en el pararrayos de muchas personas descontentas». El declive europeo está conduciendo a que Europa solo aspire a ser historia.

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