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«El problema del agua no es la escasez, sino la deficiente gestión»

publicado
DURACIÓN LECTURA: 7min.

Ante el Foro Mundial del Agua
Ramón Llamas, vicepresidente de la Asociación Internacional de Recursos Hídricos

El modo de gestionar mejor el abastecimiento de agua para una población creciente ocupa los debates del III Foro Mundial del Agua que se celebra en Kioto y Osaka, del 16 al 23 de marzo. El hidrogeólogo español Ramón Llamas, vicepresidente de la Asociación Internacional de Recursos Hídricos y organizador de una de las sesiones del Foro, cree que existe agua para satisfacer las necesidades básicas de la población mundial. Antes de partir para Japón, explica que el problema no está tanto en los recursos mundiales de agua dulce como en su mala gestión.

— ¿Cuánta agua se necesita para satisfacer las necesidades básicas?

— Hoy día se suele estimar en unos 50 litros por persona y día.

— ¿Por qué hay millones de personas que no disponen de agua corriente?

— En efecto, actualmente 1.100 millones de personas no disponen todavía de acceso fácil al agua potable y esta cifra alcanza los 2.400 millones si se refiere a la falta de saneamiento. Sin embargo, esta situación no se debe -en la gran mayoría de los casos- a escasez física del agua, sino a su contaminación bacteriológica o a los problemas inherentes a la pobreza. El problema del agua no es la escasez, sino la deficiente gestión de las instituciones responsables.

— Entonces, ¿solo es cuestión de infraestructuras?

— No solo es cuestión de infraestructuras. Hay que tener en cuenta que el agua subterránea es un recurso más fácil y más barato de obtener que el agua superficial regulada en los embalses. El 68% del agua dulce se encuentra en los casquetes polares y en los glaciares, el 30% es agua subterránea, y el 2% restante es la suma del agua de los lagos, ríos, y la que se encuentra en la atmósfera y en la biomasa. Así, por ejemplo, hay 5.000 veces más agua subterránea que la que llevan todos los ríos del mundo.

Consideremos el caso de España. Con excepción de cuatro países (Islandia, Chipre, Albania y Noruega), España es el país del mundo que ocupa el primer puesto en grandes presas por habitante (30 grandes presas por cada millón de españoles) y un destacado puesto en grandes presas por superficie (2,4 presas por cada 5.000 km2). Por ello, es al menos dudoso que convenga continuar con la construcción de este tipo de infraestructuras. Por otra parte y en el otro extremo, España es el país de la Unión Europea que menos agua subterránea consume para abastecimiento urbano. Países con características climáticas similares, como Portugal, Francia, Italia o Grecia, tienen un consumo de agua subterránea para abastecimiento urbano que oscila entre el 50% y el 80%, mientras que en España no llega al 25%.

— ¿Las inversiones públicas y privadas permitirían que saliera agua del grifo para apagar la sed de la población mundial?

— El verdadero problema en la gestión del agua radica en las llamadas subvenciones perversas, es decir, aquellas que son malas para la economía y el medio ambiente. Muchos autores han concluido que el hecho de que el usuario de aguas subterráneas tenga que asumir todos los costes derivados de su utilización es un factor determinante para explicar su mayor eficiencia respecto de los usuarios que emplean aguas superficiales. Si se consideran los costes sociales, financieros y ambientales que conlleva la construcción de un nuevo embalse, resulta, por lo general, mucho más rentable potenciar los usos de aguas subterráneas.

— ¿La solución está en cobrar el precio real del agua?

— Así lo establece la Directiva Marco del Agua Europea. Pero hay que garantizar que los pobres puedan tener acceso adecuado al agua potable. En algunos casos muy determinados, puede también ser conveniente subvencionar regadíos con un carácter eminentemente social. Sin embargo, hoy en día esta necesidad casi no se da en España.

Carlos CachánCómo financiar las infraestructuras del acceso al agua

La ONU se ha fijado como objetivo para antes de 2015 reducir a la mitad el número de personas que carecen de acceso a agua potable y a saneamientos básicos. Esto exige instalar conducciones de agua para más de mil millones de personas y el saneamiento para casi dos mil millones. ¿Dónde buscar los capitales necesarios? Esto es lo que se ha planteado el grupo de trabajo internacional sobre la financiación de las estructuras mundiales de acceso al agua, cuyo informe fue presentado en París por Michel Camdessus, ex director general del Fondo Monetario Internacional.

«El problema se plantea de modo distinto en las grandes ciudades y en el campo», afirma Camdessus en unas declaraciones a Le Monde (6 de marzo). En las ciudades, es necesario estimular el papel de las empresas privadas, ya sean multinacionales o locales. Las inversiones en el sector hidráulico exigen capitales a largo plazo, cuya rentabilidad es baja. Por tanto, hace falta asegurar un marco legal que garantice las inversiones a largo plazo.

Hoy día solo hay tres operadores capaces de actuar a escala internacional. La privatización del servicio público del agua en grandes ciudades del Sur atrajo las inversiones de multinacionales que veían ahí oportunidades de negocio. Pero las relaciones entre el sector público y el privado en este campo son difíciles, y ha habido varios fracasos.

Así lo atestigua el caso de Buenos Aires, donde la compañía francesa Suez-Lyonnaise des Eaux y su filial Aguas de Barcelona se adjudicaron en 1993 por 30 años el servicio de agua y saneamiento de la aglomeración de Buenos Aires (12 millones de habitantes). Nadie discute que el servicio mejoró. Pero después de la crisis financiera de Argentina en diciembre de 2001, el número de clientes que no pagan se ha disparado. Y, sobre todo, la decisión del gobierno de transformar en pesos y congelar las tarifas ha supuesto un duro golpe para los inversores extranjeros. Los contrarios a las privatizaciones sostienen que las compañías extranjeras ganaron mucho dinero en años anteriores, y que ahora tienen que apretarse el cinturón. Pero eso puede significar un deterioro de las inversiones en los próximos años, cuando todavía el 28% de la población no dispone de agua corriente.

Los problemas y el modo de financiación del agua en las zonas rurales son distintos. «Es preciso -dice Camdessus- que los Estados acepten descentralizar el poder en materia de agua, que se escuche a las mujeres -que dedican hoy día mucho tiempo y esfuerzo a ir a buscar agua lejos-, que se apoye a las asociaciones de usuarios para el mantenimiento de las instalaciones».

«En vez de crear un gran fondo para la financiación, hay que estructurar los bancos regionales de desarrollo, que están más cerca de los problemas locales, y contar con el microcrédito», piensa Camdessus.

También la ayuda pública al desarrollo desempeña un papel esencial. Entre las posibles formas, una de ellas, lanzada en Gran Bretaña, es pedir a los consumidores que acepten un pequeño aumento en su factura del agua para financiar instalaciones en los países en desarrollo.

El grupo de trabajo estima que para lograr los objetivos previstos sería necesario un esfuerzo financiero de 180.000 millones de dólares al año, frente a los 80.000 que se invierten actualmente.

Privatización y precio del agua

Por su parte, el Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos no despeja las incógnitas sobre las fuentes de financiación de las inversiones. A propósito de las controversias sobre la gestión del servicio señala: «Si bien se considera esencial que el sector privado participe en la gestión de los recursos hídricos, esto no debe considerarse una condición indispensable, sino más bien un catalizador financiero para la elaboración de proyectos (…) El control de los activos y de los recursos debe permanecer en manos de los gobiernos y de los usuarios».

Este informe preconiza dar prioridad a las ciudades grandes y pequeñas con respecto a las zonas rurales por tres razones. En primer lugar, el coste de las infraestructuras necesarias es más bajo, porque en las áreas urbanas el volumen de población permite realizar economías de escala; en segundo lugar, las ciudades ofrecen más posibilidades de recaudar fondos para la financiación del agua; y tercero, hay que tener en cuenta que las ciudades no son solo lugares de concentración de personas y de empresas, sino también de los desechos que producen.

Es preocupante, dice el informe, que las personas pobres que tienen menos acceso al abastecimiento de agua tengan que pagar más por obtenerla. En Nueva Delhi, por ejemplo, los vendedores cobran a razón de 4,89 dólares por metro cúbico, mientras que las familias que poseen agua corriente pagan solo 0,01 dólares por la misma cantidad.

El informe señala también que «desde el punto de vista de la salud pública, abastecer de agua al conjunto de la población de una ciudad con fuentes situadas a un máximo de 50 metros de distancia de la vivienda es mucho mejor que instalar solo agua corriente en el 20% de los hogares con ingresos más elevados».

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