La emigración causa escasez de mano de obra en Polonia y Letonia

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Gran número de polacos y letones han emigrado al oeste desde que sus países entraron en la Unión Europea (UE) en mayo de 2004. Su ausencia se nota en el mercado de trabajo, y es compensada en parte por la llegada de inmigrantes venidos de más al este. De modo que hoy Polonia y -sobre todo- Letonia son países de emigración y de inmigración a la vez.

En los dos últimos años se han marchado al extranjero unos 800.000 polacos, lo que supone una de las mayores migraciones europeas desde el éxodo de irlandeses a América en los años cincuenta.

Alemania, el destino preferido de los polacos, ha recibido ya a unos 270.000, aunque -como casi todos los países integrados en la Unión antes de 2004- no permite el libre establecimiento de trabajadores procedentes de los nuevos miembros. Otros muchos emigrantes polacos se han dirigido a los tres países que les abrieron el mercado laboral: casi un cuarto de millón a Gran Bretaña, 100.000 a Irlanda y 16.000 a Suecia. En Holanda hay unos 25.000.

Este éxodo hace que Polonia no pueda llevar a cabo proyectos de mejora de infraestructuras aprobados y subvencionados por la UE. El motivo es sencillo: no hay mano de obra. Además de obreros de la construcción, también faltan médicos e ingenieros.

Paradójicamente, Polonia tiene una tasa de desempleo del 15,2%, una de las más altas de Europa. Pero cuando las empresas buscan trabajadores no encuentran suficientes candidatos. A la vista de ello, el gobierno ha deducido que muchos de los inscritos en el paro están trabajando fuera del país mientras siguen cobrando el subsidio. El presidente Lech Kaczynski lamentó este fraude y el coste que supone para Polonia durante su reciente visita a Gran Bretaña, a principios de noviembre.

El caso de la construcción es especialmente significativo. La falta de obreros se intenta aliviar trayendo trabajadores de Ucrania y Bielorrusia. Pero esta solución no ha servido hasta ahora: el año pasado, el gobierno polaco ofreció 10.000 permisos de trabajo a vecinos del este, y solo los solicitaron 2.700 ucranianos y 610 bielorrusos. Krystyna Iglica, socióloga del Centro de Relaciones Internacionales, de Varsovia, cree que el sistema es rígido y poco atractivo tanto para los trabajadores extranjeros como para las empresas polacas, de modo que «los ucranianos prefieren ir a España o Portugal» y los empresarios «recurren al mercado negro para conseguir ucranianos o, para el caso, polacos» («International Herald Tribune», 17-11-2006).

La «invasión» rusa de Letonia

Un caso semejante es el de Letonia, país del que han salido unas 100.000 personas desde el ingreso en la UE. Los huecos que dejan están siendo cubiertos, en parte, por inmigrantes procedentes de Rusia u otras repúblicas ex soviéticas. En Letonia, país de 2,3 millones de habitantes, viven unos 400.000 extranjeros rusos o de habla rusa (bielorrusos y ucranianos principalmente), y el nuevo flujo es recibido con suspicacia.

Letonia es la república báltica con mayor porcentaje de rusos y donde hay mayor tirantez con ellos desde la independencia en 1991. Para obtener la ciudadanía, se les exige demostrar en un examen que conocen el idioma y la historia de Letonia. Se pretende así evitar que el país se llene de rusos reacios a asimilarse para que no se repita la «rusificación» impuesta durante los cincuenta años de dominación soviética. Por eso el gobierno no da facilidades para contratar trabajadores extranjeros que no procedan de la UE: el empresario que quiera hacerlo tiene que pagar el equivalente de 985 euros por candidato y esperar la aprobación oficial, que se da caso por caso y puede tardar hasta tres meses.

El gobierno preferiría paliar la escasez de mano de obra -que, como en Polonia, se nota especialmente en la construcción- con trabajadores nacionales. Algunas empresas constructoras han puesto carteles publicitarios en Riga, la capital, con una clara petición a sus conciudadanos: «No te vayas a Irlanda: te necesitamos» (cfr. «International Herald Tribune», 16-11-2006). En un intento por frenar el éxodo, el gobierno subirá el salario mínimo mensual de 90 a 120 lats (129 euros). Pero esa suma es la décima parte del salario mínimo en Irlanda (el más alto de la UE después del vigente en Luxemburgo). Quizá también los rusos de Letonia se irían a Irlanda, pero sin la nacionalidad letona necesitan visado para entrar en otro país de la UE. Y los empresarios letones faltos de trabajadores sortean la estricta política de inmigración trayendo ilegales. Así que, al final, cada quien va adonde tiene oportunidad de mejorar: los letones a Irlanda y los rusos a Letonia.

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