Las feministas americanas miran hacia los logros del New Deal

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Junto a pérdidas millonarias, cientos de miles de parados y cierres de negocios, la recesión ha traído también algunas ventajas que se perfilan a medida que pasan los meses. En Estados Unidos, el mayor porcentaje de mujeres incorporadas al mercado en 2009 está impulsando un nuevo movimiento a favor de los derechos laborales de la mujer, que reclama no solo sueldos más altos, que respeten por fin el a igual trabajo, igual salario, sino unas mejores prestaciones de seguridad social y sanitaria, que realmente tengan en cuenta las condiciones de vida de las mujeres que ejercen la llamada doble jornada.

Hace pocos días, Dorothy Sue Cobble, profesora de Historia y Estudios Laborales en Rutgers y autora de dos libros sobre justicia y derechos sociales de la mujer trabajadora, defendía en The Washington Post (13-12-2009) que había llegado el momento de recuperar el espíritu del denominado “Feminismo del New Deal”, la etapa de la economía americana que vio los mayores avances laborales para las mujeres. En lugar de seguir las demandas de los movimientos feministas de finales de los 60, centrado en las “guerras culturales”, el feminismo de hoy, decía, “debería concentrarse en la economía y en los ámbitos laborales: en las enormes transformaciones que se requieren para conseguir mayor igualdad y seguridad”. En su opinión, esos objetivos obtendrían un amplio respaldo, ya que “pueden unir a las mujeres por encima de las diferencias de clase y cultura, y permitirían al feminismo hacer frente a las preocupaciones y temores de todos”.

En un largo artículo, Cobble recordaba los principales logros de las mujeres trabajadoras de los años 30, un período en el que -como ahora- se registró una alta tasa de empleo femenino por cuenta ajena, como consecuencia de la gran recesión de 1929. En aquel momento las mujeres se insertaron en el mercado laboral y tuvieron que ejercitarse en lo que hoy se conoce como conciliación de la vida familiar y laboral. La autora recuerda que aquellas reivindicaciones de mujeres trabajadoras y madres pusieron las bases de la justicia salarial e impulsaron legislaciones y condiciones laborales respetuosas con la familia sobre las que ahora se puede construir. “No querían solo empleos sino mejores empleos; no solo el derecho a trabajar sino derechos laborales; no solo igualdad de sueldos sino el reconocimiento del trabajo de las mujeres -remunerado o no- en la familia, el barrio, la fábrica, la escuela, el centro infantil o la residencia de mayores, y las prestaciones de seguridad social y de salud no para algunas sino para todas”.

Las demandas de la profesora Cobble se unen a una serie amplia de propuestas que se han ido haciendo públicas desde diversos ámbitos en Estados Unidos, a raíz de las consecuencias sociales que se derivan de la creciente tasa de ocupación entre las mujeres, y del aumento paralelo del número de maridos y padres que permanecen en el hogar porque están en paro (ver Aceprensa 7-12-2009). El Shriver Report, presentado el mes pasado, concluía que, en este nuevo escenario, las empresas que no se adapten a las necesidades laborales actuales y atiendan mejor a las necesidades de la familia, corren el riesgo de perder a sus mejores trabajadores.

Refuerzo del matrimonio

Otra de las consecuencias derivadas de la recesión, en el ámbito familiar, es el aumento de la conflictividad. Sin embargo, en las circunstancias actuales, los desencuentros no acaban en ruptura, sino que “para la mayoría de los americanos casados la Gran Recesión parece estar cimentando y no erosionando los vínculos matrimoniales”, según se desprende del estudio Money & Marriage del National Marriage Project y del Institute for American Values, cuyas conclusiones recogía The Wall Street Journal. De acuerdo con los datos del informe, en 2008 la tasa de divorcio fue de 16,9 por cada mil mujeres casadas, por debajo del 17,5 registrado un año antes.

El análisis de los datos sugiere que “hay parejas que han hecho frente a la recesión dedicándose nuevamente a sus matrimonios”, asegura Bradford Wilcox, director de la citada institución, dependiente de la Universidad de Virginia, quien atribuye el cambio a dos factores clave para el fortalecimiento del matrimonio. De un lado, “la recesión ha animado a los americanos a redescubrir la virtud del ahorro”, como lo demuestra la drástica caída de los gastos anuales realizados mediante tarjeta de crédito. De otro, la crisis económica también lleva a los cónyuges hacia un aprecio renovado de la solidaridad social y económica que se deriva de los lazos familiares. En su opinión, los aspectos emocionales y de satisfacción personal han dejado de ocupar el primer lugar a la hora de valorar el matrimonio y “los americanos están redescubriendo el poder que los lazos familiares tienen para sostenerles -financiera, social y emocionalmente- en épocas duras”.

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