El informe Kinsey, un «bluff» científico

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El célebre informe Kinsey sobre la sexualidad del varón dio carta de normalidad en 1948 a conductas que hasta entonces se consideraban infrecuentes y proporcionó a su autor la aureola científica de sexólogo. Pero una minuciosa biografía ahora publicada aporta las pruebas de que Kinsey interrogó a personas de conducta sexual atípica, sin respetar las reglas de una auténtica investigación científica. Kinsey sale bastante malparado, como hombre y como sexólogo.

Si alguien sigue repitiendo que el 10% de la población es homosexual es porque lo dijo en 1948 Alfred Kinsey en el célebre informe que lleva su nombre. Y porque desconoce el informe de la Universidad de Chicago, de 1994, que rebaja esa cifra hasta el 2,4% (ver servicio 139/94). Las afirmaciones y datos sobre el comportamiento sexual de los estadounidenses que difundió Kinsey fueron aceptadas de modo acrítico. Sus abundantes estadísticas daban la impresión de rigor científico. Pero como revela una documentada biografía realizada por James Howard Jones (Alfred Kinsey: A Public/Private Life, W.W. Norton & Company), los métodos de Kinsey no se atenían a las reglas científicas.

Con el respaldo de 12.000 testimonios que utilizó en su investigación, Kinsey concluyó que en la sociedad norteamericana eran habituales prácticas sexuales consideradas atípicas.

Su trabajo sobre la conducta sexual de los varones norteamericanos (1948) tuvo una acogida tan popular -200.000 ejemplares vendidos en seis meses-, que bastó para amordazar las críticas que algunos expertos hicieron entonces al método estadístico empleado.

Por el éxito del informe, Kinsey dejó de ser profesor de zoología y se convirtió en sexólogo. Se creó el Instituo Kinsey y en 1953 se publicó la parte del informe dedicada a la mujer. Kinsey falleció en 1956, pero los datos aireados por sus trabajos (acerca de la homosexualidad, la infidelidad matrimonial, etc.) han influido durante décadas en la forma de valorar los comportamientos sexuales.

Para escribir su biografía, James Howard ha trabajado durante 20 años y ha tenido acceso a todos los archivos del Instituto Kinsey. En su libro, Kinsey aparece como un obseso, que animaba a sus ayudantes y a sus esposas a multiplicar sus experiencias sexuales y practicar el intercambio de parejas, para tener material de experimentación. Jones asegura que Kinsey se propuso, como fin último de su informe, hacer aceptable la homosexualidad en la sociedad norteamericana. Y para ello utilizó una selección estadística acientífica. La muestra de las personas interrogadas en sus investigaciones no es extrapolable a la población estadounidense, porque el sexólogo prefería encuestar a gente que relataba sin rodeos sus experiencias sexuales, como sadomasoquistas, homosexuales, travestidos y pederastas.

Jones cuenta también que el actual director del Instituto Kinsey, John Bancroft, reconoció en diciembre de 1995 que las observaciones sobre la sexualidad de los niños pequeños que difundió Kinsey no procedían de varios testimonios -como mantenía el sexólogo-, sino de uno solo: un pederasta acusado de abusar de 317 adolescentes.

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