Alemania asiste a una paradoja: para mantener su alto crecimiento económico y su bienestar, necesita más población. Si es extranjera, con tal de que tenga la calificación adecuada le basta. El problema, sin embargo, es que los trabajadores no se evaporan al acabar la jornada laboral. Necesitan una casa a donde ir a reposar, a vivir. Y es lo que, al menos en las grandes ciudades, no le sobra a la locomotora económica de Europa: viviendas. “Hay escasez de terrenos
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