Mientras en Europa se reforman las pensiones para retrasar la edad de jubilación, la experiencia de Estados Unidos muestra que se puede mantener activos a los trabajadores mayores.

Mientras en el Reino Unido algunos denuncian discriminaciones por razón de edad en los puestos de trabajo, en Estados Unidos varias empresas han empezado a ofrecer fórmulas de trabajo más flexibles para que sus empleados sigan en la brecha más allá de la edad legal de la jubilación. Hace unos meses, el editor de la revista Perspective William West señalaba una contradicción de nuestro tiempo: “Todo el mundo nos recuerda a diario el peligro del calentamiento global. Sin embargo, pocos parecen interesados en una amenaza mucho más inminente: el ‘invierno demográfico’”. La idea, difundida por dos documentales titulados Demographic Winter y Demographic Bomb (www.demographicwinter.com), es que la caída en picado de la natalidad constituye un problema demográfico sin precedentes para los países ricos.En el conjunto de los países más desarrollados, la fecundidad está en una media de 1,7 hijos por mujer y no llega al umbral de sustitución de generaciones (2,1 hijos). Algunos ejemplos son Canadá (1,7), Rusia (1,5), España (1,41), Italia (1,4) o Japón (1,5). Solo se acercan a la tasa de reemplazo Irlanda (2,1), Estados Unidos (2), Francia (2) y Noruega (2).No hace falta ser un profeta de catástrofes para predecir que esto supondrá un desequilibrio peligroso entre la población activa y los retirados. Según estimaciones del Population Reference Bureau, la tasa de dependencia (personas de 15-64 años dividido por número de jubilados) pasaría de 4 a 2 trabajadores por pensionista en 2050.Se alarga la juventudPero no estamos solamente ante un problema económico. Si todo se redujera a la crisis de los sistemas de pensiones, siempre se podría recurrir a varias posibilidades: retraso de la edad de jubilación, subida de las cotizaciones, reducción de las prestaciones... La situación se agrava por el retraso de la maternidad -ya que hace que al final se tengan menos hijos- y de una juventud prolongada que supone retrasar decisiones vitales para entrar en la edad adulta (cfr. Aceprensa, 18-06-2010). Si el paso a la edad adulta se demora, cabría esperar que se retrasase también la entrada en la vejez. Ya que aumenta el número de jóvenes que hasta los 30 años no han encontrado un trabajo o formado una familia, parece razonable pensar que cuando lleguen a los 65 -la edad legal de jubilación en la mayoría de los países europeos- estarán lo suficientemente descansados para seguir trabajando. Sin embargo, la realidad es muy distinta: en Europa, solo un 13% de los hombres y un 7% de las mujeres de 65-69 años siguen trabajando, sobre todo a tiempo parcial (cfr. Aceprensa, 17-12-2008). Y a juzgar por la acogida que han tenido las propuestas para alargar la edad de jubilación en algunos países (de los 60 a los 62 en Francia; de los 65 a los 67 en España), da la impresión de que los europeos no estamos muy dispuestos a cambiar así como así.¿Discriminados por la edad?Otra cosa es que algunos quieran seguir trabajando y encuentren numerosas trabas... incluso en la cincuentena. Esto es lo que denunciaba la periodista Emma Soames en The Guardian (16-05-2010) pocos días después de las últimas elecciones británicas. Soames critica el excesivo entusiasmo que habían despertado entre los votantes los rostros jóvenes de David Cameron y Nick Clegg, ambos de 43 años. Y no es que ella sienta un especial apego por la “vieja guardia” política. Pero le sorprende que ambos líderes se hayan montado un gabinete de consejeros que en su mayoría no llegan a los 50 años (salvo excepciones como los ministros Ken Clarke y Vince Cable). La crítica de Soames podría parecer exagerada si no fuera por la tendencia que, a su juicio, está detrás de todo esto: un desmedido culto a la juventud que lleva a minusvalorar las cualidades de quienes sobrepasan los 55 años. Soames cuenta el caso de Kevin Forbes, de 56 años, un ciudadano británico que perdió su puesto hace cinco años como director de tecnología de información (IT) en un banco de Londres. Tras enviar 4.700 solicitudes de empleo, sólo ha logrado dos entrevistas pero ningún empleo.“Claro que los jóvenes de 22 años lo tienen difícil”, escribe Soames. “Pero todavía lo tienen más crudo esos hombres de mediana edad que buscan trabajo. No estoy segura de por qué ocurre esto: ¿es que los responsables de recursos humanos se sienten inseguros frente a tipos que no son de su generación?”.“Todos podríamos enumerar las virtudes de los trabajadores de más edad. Su puntualidad, su sentido del deber, su predisposición a hacer más de lo exigido... Sin embargo, la discriminación por razones de edad cunde en los lugares de trabajo”. A favor de la tesis de Soames juega la reciente polémica ocasionada por el despido de una presentadora de la BBC, quien sostiene que perdió su puesto de trabajo por discriminación de edad y de sexo.Miriam O'Really, de 53 años, presentaba el programa Countryfile hasta que sus jefes decidieron sustituirla en noviembre de 2008; precisamente cuando su programa pasaba a la franja de mayor audiencia.La ex presentadora ha denunciado a la cadena pública británica ante un tribunal laboral de Londres; entre otras cosas, alega que antes del despido sus jefes le hicieron comentarios sobre sus arrugas y sus canas e incluso le propusieran inyectarse botox.Envejecer, ¿carga u oportunidad?Frente a quienes ven el envejecimiento como una carga para la empresa, en Estados Unidos algunas compañías ofrecen facilidades a sus empleados para que sigan trabajando después de la edad legal del retiro. La experiencia de este país muestra que esto se puede conseguir si los trabajadores se encuentran a gusto.Según el Ministerio de Trabajo, uno de cada seis norteamericanos de 65 o más años sigue trabajando; lo que supone un aumento notable respecto hace una década, cuando sólo lo hacía uno de cada ocho. En total, en Estados Unidos hay 6 millones de personas con más de 65 años que siguen activos, frente a los 3 millones que lo estaban en 1980.Un factor importante en esta tendencia es el cambio de mentalidad que se ha producido en el mercado laboral estadounidense. Como explica Steven Sass, director del programa Boston College’s Center for Retirement Research, se ha pasado de alentar las prejubilaciones a dar incentivos que animen a las personas a seguir trabajando.En declaraciones al Boston Globe (31-10-2010), Sass pone como ejemplo el creciente número de empresas norteamericanas que están sustituyendo los planes tradicionales de jubilación por el plan 401 (k) u otros similares.Ahora muchas empresas fomentan los planes de pensiones con incentivos a los trabajadores que destinan un porcentaje de su sueldo a pagarse parte de su retiro (por ejemplo, por cada dólar que uno destina a su plan de jubilación, las empresas aportan otro).Otras compañías promueven el empleo a tiempo parcial a la vez que procuran mejorar las condiciones laborales en el día a día. Así, la cadena farmacéutica CVS Caremark Corp. ofrece a sus trabajadores de más edad programas que les permiten desplazarse durante el invierno a oficinas situadas en otros estados más cálidos.Y para quienes se retiran siempre hay iniciativas destinadas a implicarles en tareas que benefician a los demás. Es lo que pretende Discovering What´s Next, una entidad civil independiente que compagina la oferta de actividades recreativas con las de voluntariado.

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