Precios agrícolas: fiebre en primavera, bajada en otoño

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La primavera pasada los precios agrícolas se dispararon, hubo protestas contra la escasez en países pobres, se vio la urgente necesidad de aumentar la ayuda alimentaria a esos países en dificultades. La FAO predijo entonces que los precios de los alimentos se mantendrían altos durante la próxima década por la mayor demanda y el avance de los biocombustibles. Pero con la caída de las Bolsas también los precios de las materias primas agrícolas han entrado en descenso acelerado, contra todas las previsiones.

En septiembre los precios internacionales del trigo cayeron un 7% respecto a su nivel de hace un año. El precio del maíz también sigue una tendencia a la baja, aunque todavía está un 44% más alto que hace un año. La soja también baja. ¿Qué ha pasado? De una parte, la cosecha 2008-2009 va a batir records. Según la FAO, la producción mundial de cereales aumentará un 2,8%, sobre todo por la extensión de los cultivos de trigo. Estas perspectivas favorecen una baja de precios, después de la subida de la primavera pasada.

También parece que los inversores, que habían buscado en las materias primas agrícolas un refugio, les dan ahora la espalda, temiendo que la crisis económica suponga una caída de la demanda mundial de cereales. La bajada del precio del petróleo en las últimas semanas contribuye también a reducir los costes agrícolas. Y, en fin, estas inversiones en materias primas agrícolas sufren el mismo clima de desconfianza que afecta a las acciones. Pero no dejan de ser explicaciones a posteriori, de una tendencia que nadie había anticipado.

La bajada de los precios agrícolas es una buena noticia para los consumidores, ricos o pobres. Pero si los precios caen, los agricultores perderán interés en producir mucho, y las cosechas se resentirán. Por otra parte, con la crisis económica existe el riesgo de que falten fondos públicos para financiar la ayuda alimentaria y mejorar la inversión agrícola.

Por eso la FAO no baja la guardia. Con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación, el pasado 16 de octubre, ha advertido que 923 millones de personas sufren malnutrición -23 millones más que hace un año-. También dice que, aunque la próxima cosecha batirá records, no estamos al abrigo de sucesivas crisis alimentarias.

Por eso, recuerda que la crisis alimentaria nos ha hecho tomar conciencia de los errores del pasado, con lo cual se imponen cuatro prioridades: invertir en el desarrollo agrícola; promover la autosuficiencia alimentaria de cada país; contar con las explotaciones familiares para la alimentación de los más pobres, y desarrollar modos de producción sostenibles.

Para evitar la inestabilidad de los precios agrícolas, perjudicial tanto para los productores como para los consumidores de los países pobres, muchos expertos sugieren crear stocks regionales, a fin de lanzarlos al mercado en caso de desequilibrio entre la oferta y la demanda.

El Programa Alimentario Mundial (PAM), que ayuda a los países que afrontan crisis alimentarias, ha anunciado que va a cambiar su política de compras. Hasta ahora recurría sobre todo a los stocks de los países desarrollados (en particular EE.UU., que da una contribución en especie más que en dinero) y de algunos países en desarrollo como la India. Esto beneficia de modo especial a las grandes compañías agroalimentarias.

Con el nuevo sistema, el PAM se propone comprar los alimentos que necesita a 350.000 pequeños agricultores de Latinoamérica, Asia y África, para ayudarles así a desarrollar sus explotaciones y responder más deprisa a las necesidades de urgencia.

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