Para que la ayuda fomente el desarrollo

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Jeffrey Sachs, director del Harvard Institute for International Development, defendía en un artículo publicado en The Economist (29-VI-96) que África no está condenada al subdesarrollo. Para crecer necesita aplicar los remedios que ya han tenido éxito en otras regiones, particularmente en Asia del Este. Dentro de esta estrategia de crecimiento, la ayuda exterior tiene un papel, aunque debe basarse en nuevos principios.

La ayuda exterior no ha sido muy determinante en África. A veces ha sido irrelevante y otras ha servido para aplazar las reformas. La ayuda sirve sólo cuando es por un tiempo limitado (así no se transforma en una droga) y cuando es parte de una estrategia global de crecimiento basada en una economía de mercado. Ambas condiciones han faltado: la ayuda exterior se ha convertido en un medio de vida para muchos países, y los planes del FMI y del Banco Mundial apenas han constituido una estrategia de crecimiento.

Antes de que el cinismo y el cansancio minen el apoyo público a la ayuda al desarrollo, es preciso replantearla con principios que puedan funcionar. En primer lugar, la ayuda debe ser mucho más selectiva. Debería ir sólo a aquellos países que adoptaran medidas enérgicas para promover un crecimiento basado en la economía de mercado y dirigido hacia la exportación. En segundo lugar, la ayuda debería tener una duración limitada. Puede ser un apoyo para que los gobiernos reformistas cubran sus necesidades durante el periodo inicial de la reforma; pero no puede convertirse en un sustitutivo de las exportaciones o del crecimiento a largo plazo. No se ve por qué el apoyo para solventar problemas de balanza de pagos debería extenderse más allá de un decenio, y muchos programas de ayuda deberían durar menos. Fijar de antemano una escala descendente en la cuantía de la ayuda -generosa al comienzo, para declinar después- contribuiría mucho a que los dirigentes africanos pensaran en lo que hacen. Parte de la ayuda debería ser en forma de anulación de la deuda. Un nuevo comienzo requiere borrón y cuenta nueva. Al igual que otras formas de ayuda, la condonación de la deuda debería ser progresiva y condicionada a reformas fundamentales.

Los países más ricos harían bien en reorientar una parte significativa de la ayuda hacia proyectos regionales de asistencia, para financiar bienes públicos que no dependan de un solo país. Por ejemplo, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio deberían prestar particular atención a los países sin salida al mar para ayudarles a tener un acceso a los puertos de forma segura y eficiente. Los países donantes deberían alentar ese bien público tan decisivo como es la paz, prestando un mayor apoyo financiero a las operaciones de mantenimiento de la paz. Finalmente, podría apoyarse a escala regional la ciencia y la tecnología (especialmente en la sanidad y en la investigación agrícola).

El apoyo más importante de los países ricos sería también el más barato. América, Europa y Japón deberían garantizar el libre acceso a sus mercados de las exportaciones africanas y comprometerse a volver a integrar a África en la economía mundial. Este compromiso haría que ambas partes fueran conscientes de que ha terminado el largo periodo de marginación económica, e impulsaría a las naciones africanas y a Occidente a superar los obstáculos para llegar a nueva era de crecimiento rápido en África.

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