Microcréditos sí, pero según y cómo

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Los microcréditos, realizados a prestatarios pobres que no tienen acceso al crédito de la banca tradicional, plantean algunas preguntas: ¿siempre han producido efectos positivos? ¿Qué condiciones deben tener para ser eficaces? ¿Son por sí mismo suficientes para erradicar la pobreza? A estas cuestiones intenta dar respuesta un informe publicado en el Boletín cuatrimestral de Manos Unidas (mayo-agosto 2013), número 191.

Evolución de los microcréditos
En 1976, junto a otras iniciativas similares, surge el Grameen Bank en Bangladesh, creado por Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz en 2006. Este banco se fundamenta en la convicción de que el acceso al crédito es un método efectivo en la lucha contra la pobreza, y que permite el desarrollo socioeconómico de las zonas más desfavorecidas. Se trata de hacer pequeños préstamos, por periodos cortos, que sirvan al cliente para emprender alguna actividad que le genere ingresos. Comprar máquinas de coser, montar puestos de venta de comidas o adquirir animales cuyos productos puedan venderse son algunas de las iniciativas más habituales.

El banco utiliza un sistema de pequeños grupos informales que solicitan préstamos en conjunto y cuyos miembros actúan para garantizar la devolución del préstamo, apoyándose unos a otros. El término microcrédito se fue ampliando hacia el de microfinanzas, que se refiere a servicios financieros disponibles para personas en situación de pobreza y que abarca, además de créditos, transferencias de fondos, seguros y ahorros.

Diversos tipos de microcréditos, en los años 70, se sostenían a través de donaciones privadas, cuya coordinación se realizaba a través de ONG. Posteriormente, en los 80, las ONG crearon alianzas estratégicas con bancos locales para que proporcionaran la financiación. A partir de los 90, los bancos involucrados se dieron cuenta de que era un negocio rentable, y comenzaron a desarrollarse para cubrir esta demanda.

La mejora del acceso de las mujeres al crédito, para generar empleo y progreso económico, es una de las líneas de trabajo más importantes para conseguir erradicar la pobreza. Según el informe de los Objetivos Del Milenio (ODM) de 2010, las mujeres recibían menos del 10% de todo el crédito desembolsado.

El Informe 2011 sobre la Cumbre del Microcrédito afirma que más de 190 millones de personas habían percibido microcréditos hasta finales de 2009. De ellos, más de 140 millones eran mujeres y 128 millones formaban parte de los sectores de población considerados más pobres. Una década antes, el número de beneficiarios era de 25,5 millones, lo que da idea de la enorme expansión de esta herramienta. Asia y América Latina son los lugares donde más se han desarrollado, aunque los microcréditos ya están presentes en todos los continentes.

Ventajas y limitaciones
Para Muhammad Yunus el punto de partida es claro: “Me he convencido de que el crédito es una herramienta universal que desbloquea las capacidades humanas”. Según Ingrid Munro, fundadora de Jamii Bora (institución microfinanciera de Kenia) los microcréditos son solo un inicio: “Las microfinanzas por sí solas no son suficientes, pero las microfinanzas con otro apoyo, con acceso a otros tipos de servicios, como los seguros de salud, vivienda, etcétera, eso es lo que saca a las personas de la pobreza”. Benedicto XVI ha escrito al respecto: “laexperiencia de la microfinanciación, (…) ha de ser reforzada y actualizada, sobre todo en estos momentos en que los problemas financieros pueden resultar dramáticos para los sectores más vulnerables de la población, que deben ser protegidos de la amenaza de la usura y la desesperación. Los más débiles deben ser educados para defenderse de la usura, así como los pueblos pobres han de ser educados para beneficiarse realmente del microcrédito, frenando de este modo posibles formas de explotación en estos dos campos. Puesto que también en los países ricos se dan nuevas formas de pobreza, la microfinanciación puede ofrecer ayudas concretas para crear iniciativas y sectores nuevos que favorezcan a las capas más débiles de la sociedad” (Caritas in veritate, n. 65).

La opinión pública tiene hoy una visión positiva de los microcréditos; pero no son pocos sus inconvenientes (ver Aceprensa 17-12-2010). Se reconoce que garantizan a las capas más desfavorecidas invertir en su propio desarrollo. Sus beneficiarios son fundamentalmente mujeres. Su morosidad es bajísima. Y son una herramienta que ha revolucionado la ayuda al desarrollo. El acceso al microcrédito debe ser una de las prioridades para alcanzar el logro de los ODM.

Pero el informe de Manos Unidas cita también los inconvenientes: los microcréditos combaten la pobreza, siempre que los recursos no procedan de los fondos necesarios para sanidad, abastecimiento de agua o educación. Sus principales beneficiarios no son los más pobres de los países en desarrollo. Las mujeres deben hacer un mayor esfuerzo y trabajar aún más de lo habitual para sacar adelante a sus familias. Esta ayuda no puede sustituir al papel de los Estados y de comunidad internacional en la responsabilidad por erradicar la pobreza.

Medidas para que los microcréditos sean eficaces
La fuerza de los microcréditos reside en su accesibilidad, por tanto, es importante la promoción de la llamada “democratización del crédito”. En este sentido está siendo beneficiosa la tarea de la BRAC, ONG que opera desde Bangladesh (ver Aceprensa 5-04- 2013). También hay que promover una mejora cualitativa de los recursos crediticios, que suponga la financiación de formación tecnológica, de gestión del crédito y de acceso a nuevos mercados. Esto contribuirá a romper el círculo de la pobreza.

En general, se requiere que el crédito se otorgue a los más pobres, y que se destine a actividades para las cuales ya tienen habilidades adquiridas; que se den cantidades pequeñas y con plazos cortos de devolución; que no se cargue a los prestatarios con mayor deuda de la que pueden soportar; y que contemple tipos de interés suficientemente altos para cubrir todos los costes y hacer que el proyecto sea sostenible a largo plazo, pero suficientemente moderados como para que puedan ser devueltos con seguridad. Por último, es preciso que el mercado de las microfinanzas sea regulado en un marco legal adecuado.

Un ejemplo con éxito
Un ejemplo con éxito es el convenio que Manos Unidas ha desarrollado en Filipinas entre los años 2007 y 2011. Se había observado que, con frecuencia, el destino de los microcréditos se desviaba hacia la satisfacción de necesidades básicas, o al pago de una deuda, el apoyo a un familiar… Por eso, se ofrecieron préstamos pequeños, con periodos cortos de devolución, y se consiguió que los beneficiarios pudieran ir ahorrando, no solo para pagar el préstamo, sino, después, para ir consiguiendo recursos necesarios para llevar una vida mejor. Se insistió en lograr que las familias enviaran a sus hijos e hijas a la escuela, o que las propias mujeres pudieran participar en actividades formativas o de sensibilización. De esta manera se llegó más allá de cubrir solo las necesidades vitales. También se trató de implicar a los poderes públicos y a todas las administraciones.

Al evaluar el proyecto, se constató que los productores beneficiados tuvieron un mejor acceso al mercado, y se experimentó un aumento en los ingresos familiares, atendiéndose, sobre todo, las necesidades prioritarias. Además se pudo comprobar la mejora de la salud de los interesados.

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