Las deslocalizaciones, ¿devoradoras o creadoras de empleo?

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¿Las deslocalizaciones hacia países de mano de obra barata están devorando empleo en la Unión Europea o son un modo de mejorar la competitividad y, por lo tanto, beneficiosas para la economía? La respuesta no será la misma si se pregunta a un trabajador de la construcción naval, que acaba de perder su empleo, que a un fabricante de automóviles que ha trasladado su producción a Eslovaquia. Pero si quien contesta son los economistas de la dirección general de asuntos económicos y financieros de la Comisión Europea, su respuesta es que las deslocalizaciones pueden costar empleo transitoriamente, pero en definitiva son una sacudida beneficiosa.

En una nota preparada para el Consejo de Ministros de Finanzas del 8 de marzo, pero finalmente retirada por ser un tema políticamente delicado, la dirección general trata de hacer una síntesis de los estudios económicos sobre este polémico asunto. Según párrafos del estudio citados por «Le Monde» (10-03-2005), los autores reconocen que a corto plazo las deslocalizaciones pueden suponer pérdida de empleo en algunos sectores. Pero a más amplio plazo la UE puede salir ganando en la medida en que «las deslocalizaciones tienen el mismo efecto que un salto tecnológico» y permiten mejorar la competitividad de la economía.

Las deslocalizaciones, según los autores del estudio, «evitan que una industria entera desaparezca ante la concurrencia internacional. Deslocalizando una parte de la cadena de producción, el país deslocalizador puede conservar la parte de la producción en la que es competitivo». Con esta rebaja de los costes de producción, se hace más competitivo y amplía su parte en el mercado mundial, lo que le permite después crear empleo, sobre todo empleos cualificados, mejor pagados. El problema está, como siempre, en la fase de transición.

El informe sale al paso de algunas creencias extendidas, pero desmentidas por las cifras. Las deslocalizaciones se han realizado sobre todo entre países europeos, y no en beneficio de los países emergentes. En 2003, los 15 miembros de la UE no invirtieron en el extranjero más que el 1,3% de su producto nacional bruto. En cuanto a las transferencias de tecnología y de servicios informáticos, que son también un índice de actividades deslocalizadas o subcontratadas en el extranjero, en 2004 los países más beneficiados por ellas han sido EE.UU., Reino Unido, Alemania, Francia y Holanda. La India, en sexta posición, y China, en la decimocuarta, no salen tan beneficiadas como se cree.

Por lo tanto, los economistas de la Comisión aseguran que «nada permite hoy hablar de desindustrialización». Si ha habido pérdida de empleo en la industria ha sido sobre todo por grandes avances en productividad, que han hecho necesarios a menos trabajadores. Por lo tanto, mantienen que las deslocalizaciones no han tenido un impacto global negativo sobre el empleo y los salarios, aunque sí han afectado duramente a algunos sectores concretos, como el textil y la construcción naval.

Para el futuro, los autores del estudio prevén que los países emergentes, en primer lugar India y China, atraerán más deslocalizaciones de empresas, especialmente en el sector de servicios. Y esto creará más malestar social en la UE, en la medida en que el sector servicios ocupa a más trabajadores que la industria, que hasta ahora ha sido el terreno prioritario de las deslocalizaciones.

Pero, siempre optimistas, los autores del informe juzgan que los efectos negativos serán más que compensados por los efectos positivos globales que llevarán a que «cada país deba adaptarse y seguir presente en los sectores en los que es eficaz».

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