La reforma de la asistencia pública en Estados Unidos da buenos resultados

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El 22 de agosto de 1996, el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, firmó la ley de reforma del welfare o asistencia social (ver servicio 116/96). Con ella se pretendía acabar con la reconocida ineficacia del sistema, que no lograba reducir la pobreza y perpetuaba las situaciones de necesidad fomentando una «cultura de la dependencia». Transcurridos cinco años, se comprueba que el nuevo sistema ha tenido notable éxito.

La reforma afecta al programa de ayudas a familias pobres con hijos a su cargo. La idea básica era estimular a los beneficiarios a hacerse autosuficientes. Para ello se limitó a cinco años la duración del subsidio y se concentraron los esfuerzos en ayudar a encontrar trabajo. Además, el sistema fue descentralizado. Antes, el gobierno federal daba a cada Estado el dinero necesario para atender a la población que reuniera los requisitos para recibir el subsidio. Ahora, Washington entrega cantidades fijas, que los Estados pueden administrar como quieran. De esta forma, se incita a los Estados a sacar a la gente de la pobreza, ya que los fondos federales son limitados. Por otra parte, se deja a los Estados libertad para adoptar sus propias soluciones, puesto que ellos son los que mejor conocen los problemas. Con la misma idea, la reforma autorizó a financiar obras asistenciales de instituciones religiosas, que a menudo están más próximas a los necesitados.

El balance de estos cinco años es positivo. El número de familias que reciben asistencia pública ha pasado de casi 5 millones en 1996 a 2 millones el año pasado. Dos tercios de los ex beneficiarios que pasaron del subsidio al empleo siguen trabajando. La duración media del subsidio ha bajado de ocho años a menos de cuatro. La tasa de paro de las madres solas, que rondaba el 43% durante los años 80 y primera mitad de los 90, es ahora del 28%. Las madres que nunca han estado casadas pasaron de un 51% de desempleo en 1996 a un 33% en 1999. La tasa de pobreza infantil ha pasado del 20% en 1996 al 16% en 1999, la más baja desde 1979.

La influencia positiva del matrimonio

La reforma se proponía también alentar el matrimonio, por una razón clara: la mayoría de las familias necesitadas de asistencia son monoparentales. De hecho, la patología familiar influye en la pobreza más que cualquier otra circunstancia, como la raza, el paro o el nivel de estudios. La tasa de pobreza de los hogares a cargo de la madre sola es del 42%, frente al 8% en los hogares encabezados por padre y madre casados. Y parece que la situación familiar ha mejorado desde 1996, aunque los indicios no son del todo concluyentes.

Por ejemplo, los menores que viven en hogares sin padre ha bajado del 19,9% en 1995 al 18,4% en 2000. Entre los niños de familias más pobres, el descenso ha sido del 34,2% al 32,8%. El matrimonio ha subido aún más claramente en la población negra, que presenta la situación familiar más grave: la proporción de niños negros que viven con padre y madre casados ha subido del 35% al 39%.

Estos datos han de ser tomados con cierta cautela porque el descenso de la proporción de niños que viven solo con la madre se debe también a dos factores distintos del crecimiento del matrimonio: ha aumentado la cohabitación y las familias monoparentales tienen menos hijos. Y no se sabe aún en qué medida influye cada cosa.

De todas formas, el matrimonio se ha hecho más frecuente entre las familias acogidas al welfare, objetivo que algunos Estados se han propuesto firmemente. Minnesota ha experimentado un plan de asistencia pública que premia a las parejas casadas. Al cabo de tres años, ha comprobado que entre los participantes hay menos rupturas y más bodas. Oklahoma y Arizona han puesto en marcha programas similares.

En fin, comenta The Economist (25-VIII-2001), hay suficientes pruebas de que el matrimonio contribuye mucho a romper el ciclo de dependencia y pobreza, por lo que vale la pena fomentarlo. Cuando el año próximo el Congreso tenga que revisar la reforma del welfare, dice el semanario, se podría plantear suprimir las penalizaciones al matrimonio que aún subsisten. En efecto, todavía las madres solteras de ingresos más bajos suelen quedar en peor situación si se casan, porque solo si el salario del marido es relativamente alto puede compensar la pérdida del subsidio.

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