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La internacional bolivariana

publicado
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Los Tratados de Libre Comercio con EE.UU., manzana de la discordia en Sudamérica
En Sudamérica los proyectos de integración tropiezan una y otra vez. Venezuela acaba de dinamitar la Comunidad Andina de Naciones (CAN), hay peleas en Mercosur y un choque ideológico entre el populismo y los que están de vuelta de esas ilusiones. Hugo Chávez apunta ahora hacia el Mercosur. Su decisión de integrarse en este bloque es firme, pero no oculta su voluntad de refundarlo, en medio de contradicciones internas que amenazan el futuro de la organización.

«Parece una ironía, pero sólo 16 meses después de que los diez presidentes de los países más grandes de Sudamérica firmaran una solemne declaración proclamando el nacimiento de la Comunidad Sudamericana de Naciones, que se suponía iba a ser un bloque similar a la Unión Europea, la región está más dividida que nunca», escribía Daniel Oppenheimer en el «Nuevo Herald».

El guión acordado en diciembre de 2004 en Cuzco (Perú) consistía en integrar el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones en un solo bloque. Venezuela se perfilaba como una pieza clave en el proceso ya que, con su próximo ingreso en el bloque del Cono Sur, serviría de correa de transmisión. Argentina y Brasil la cortejaban abiertamente, deseosos de relanzar el Mercosur con la incorporación venezolana y de lograr mayor acceso al petróleo de este país.

Pero la estrategia de Chávez ha consistido en tratar de imponer su visión de Iberoamérica sin importarle la opinión de socios ni amigos. El alza de los precios del crudo permitió a Venezuela pasar de una caída en el PIB del 7,7% en 2003 a crecer un 17,9% en 2004. Con tanto dinero fresco, el presidente venezolano se ha lanzado sin disimulos a exportar su «revolución bolivariana». Los expertos interpretan que una parte de esta política hay que leerla en clave interna, como legitimación del proyecto político de Chávez en Venezuela.

Los sueños de Chávez

Pero además el país aspira a que su condición de cuarta potencia económica de Iberoamérica (después de Brasil, México y Argentina) se traduzca en una mayor influencia política y en la posibilidad de condicionar los procesos de integración económicos, en permanente debate desde que Estados Unidos lanzó su propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas. La estructura económica venezolana, que se sustenta en el petróleo, conlleva, por su escasa diversificación, una gran vulnerabilidad estructural. Pero, en un momento de bonanza como el presente, le permite actuar con un gran margen de maniobra, mientras que otros países necesitan desesperadamente firmar acuerdos comerciales para encontrar salida a sus productos.

Con esa sensación de seguridad, no hay un solo proceso electoral del que Chávez se haya quedado al margen. Apoyó a Evo Morales y apoya al candidato peruano Ollanta Humala. Financia también al sandinista Daniel Ortega en Nicaragua, y sus tentáculos parecen incluso haber llegado hasta México, para favorecer a López Obrador. Los términos izquierda y derecha no siempre están claros. El denominador común en estas amistades es el difuso concepto de «populismo», según apuntaba Enrique Borgo Bustamante, embajador de El Salvador en España, en un reciente simposio sobre Iberoamérica y «La nueva faz del populismo», organizado por la Fundación Diálogos. Entre los rasgos básicos, se incluyen el nacionalismo y el antiamericanismo, las recetas simplistas para solucionar los grandes problemas, la exaltación del líder carismático en detrimento de la institucionalidad…

La baza de los hidrocarburos

Más serio fue el anuncio, el pasado mes de abril, en el que Chávez dio por muerta la CAN.

Entran en juego entonces otros dos actores: Fidel Castro y Evo Morales, que suscriben con Chávez el Tratado de Comercio de los Pueblos, como soporte económico del ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe), concebida como resistencia frente al ALCA. El Tratado en sí no tiene mucha más importancia que la retórica, pero Chávez y Morales dieron contenido a esa «revolución bolivariana continental» con la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos. La idea había sido ya aprobada en referéndum por los bolivianos durante la presidencia de Carlos Mesa, pero quedaba dar forma al proyecto, y en esto el Gobierno de Morales cuenta con el asesoramiento de técnicos venezolanos.

Todavía están abiertas las negociaciones con los inversores brasileños y españoles, los principales perjudicados. De lo que no cabe ninguna duda es de que Bolivia, de la mano de Venezuela, está dispuesta a utilizar el gas como instrumento de política internacional. Pero una cosa es el gas boliviano y otra el petróleo venezolano. La camaradería con Chávez le ha costado ya a Morales un serio disgusto con la CAN. Bolivia necesita preservarla, y de su actuación en la actual presidencia de turno puede depender el futuro de esta organización. Morales ha pedido a Chávez que reconsidere su decisión, pero no ha dudado en secundarlo en sus duras críticas e incluso insultos a los presidentes de Perú y Colombia.

El futuro de Mercosur

No pasó desapercibido que Chávez hiciera su anuncio de abandonar la CAN en Asunción, donde Bolivia negociaba un acuerdo para la construcción de un gaseoducto con los dos socios menores del Mercosur, Uruguay y Paraguay. La presencia del presidente venezolano fue tan elocuente como la ausencia de Kirchner y Lula. Pero además Chávez se permitió añadir que «si el Mercosur tiene que morir para que nazca una verdadera integración, pues, como dijo Jesús, dejad que los muertos entierren a sus muertos».

Venezuela aspira a convertirse en miembro de pleno derecho del Mercosur en la próxima cumbre del 20 y 21 de julio en Córdoba, aunque todavía existen problemas de armonización legislativa. El ministro de Asuntos Exteriores de Brasil ha recordado este hecho: «No es el Mercosur el que tiene que adaptarse a Venezuela, sino Venezuela la que tiene que adaptarse al Mercosur».

Mercosur, una unión aduanera aún imperfecta, no atraviesa hoy sus mejores momentos. Argentina y Uruguay están enfrentadas por el caso de las papeleras, y Uruguay y Paraguay manifiestan abiertamente su descontento hacia los dos socios mayores. Por eso, quieren zafarse de su tutela y firmar Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, aunque el tratado prohíbe firmar este tipo de acuerdos en solitario.

Otro asunto que puede levantar ampollas en un futuro cercano es la negociación con la Unión Europea, una vez que se llegue a un acuerdo sobre productos agrícolas en el marco de la Ronda de Doha. Argentina es firme partidaria de negociar, pero Venezuela se opone radicalmente. Desde la perspectiva opuesta, Venezuela ha firmado un tratado de cooperación comercial, industrial y agrícola con Irán que levanta serias suspicacias en Buenos Aires y Brasilia. No en vano, Chávez ha dicho abiertamente que aspira a desarrollar un programa nuclear.

Ricardo Benjumea

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