En Francia, como en otros países occidentales, las perspectivas demográficas hacen incierto el futuro de las pensiones de jubilación. Así que el primer ministro, Lionel Jospin, ha pedido a un grupo de expertos que preparen un Libro Blanco sobre el particular. Casi simultáneamente, un informe del Instituto francés de Estadísticas y Estudios Económicos (Insee) refleja la situación del actual sistema de pensiones.
¿Hará falta retrasar la edad de jubilación?, se pregunta el informe en su título (Vers un âge de la retraite plus élevé?). Y su consejo es que se produzca tal retraso. El problema es que, con la caída de la natalidad, cada vez hay una proporción mayor de jubilados frente a la de trabajadores, lo que dificulta la financiación de las pensiones. El déficit actual de la Caja nacional de Seguros de Vejez está entre 7 y 8 millardos de francos.
Para solucionarlo, cabe subir las cotizaciones actuales y/o bajar las pensiones. Pero también se puede retrasar la edad de jubilación, aunque la tendencia actual del sistema de trabajo sea la contraria. De hecho, la edad media de jubilación de los nacidos en 1906 fue de 64,5 años, mientras que, para los nacidos en 1926, se adelantó a los 61,3 años. Además, sólo uno de cada tres jubilados pasa directamente de un empleo a la jubilación; dos tercios son antes prejubilados o parados.
Al posible retraso de la edad de jubilación va a contribuir la reforma de las pensiones establecida por Édouard Balladur en 1993. Pues allí se establece que los asalariados privados nacidos en los años 60 tengan que cotizar 160 trimestres en lugar de 150 para poder disfrutar de una pensión a tasa completa.
En un tercio de los casos, eso significa que se alargará en año y medio el tiempo de trabajo. Y al menos uno de cada diez trabajadores se jubilaría dos años y medio más tarde (sobre todo serían ejecutivos, que se incorporan más tarde).