El malestar del empleo juvenil en Francia

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La Ley del Contrato Primer Empleo (CPE) ha entrado en vigor en Francia, con la condición de no aplicarse hasta ser negociada con los sindicatos al menos en sus dos puntos esenciales: el tiempo de prueba de hasta dos años para los jóvenes de menos de 26 años y la posibilidad de que el empleador interrumpa la relación laboral en cualquier momento durante ese periodo sin tener que justificarlo. Presentamos los datos esenciales del debate, tomados principalmente de informaciones del diario «Le Monde».

Algunas explicaciones destacan que desde 1975 las decisiones de los gobiernos (de derechas y de izquierdas) han favorecido el mantenimiento en el empleo de los trabajadores de 30 a 50 años, en detrimento de los trabajadores mayores y de los jóvenes. Para los de más de 55 años, se facilitan las «prejubilaciones»; para los jóvenes, se prolongan los estudios y las diversas fórmulas de organizar la transición hacia el empleo estable (desde mediados de los años noventa, el 35-40% de los menores de 26 años están en alguna de estas fórmulas).

Las empresas multiplican los empleos no fijos: empleos de duración determinada, contratos en prácticas… se convierten en un modo de ajustar los efectivos a los avatares de la coyuntura económica. En particular, los jóvenes universitarios advierten que el título ya no asegura la ascensión social que garantizaba antes. Por eso algunos análisis ven en la reacción de estos jóvenes una actitud conservadora y temerosa, empeñada en mantener algo insostenible. Hay quien señala también que el error del gobierno ha sido extender a todos los jóvenes un tipo de contrato que en realidad está pensado para facilitar la contratación de jóvenes poco cualificados. Pero ¿tan mal está el empleo juvenil en Francia para que la ley haya suscitado tanta resistencia? Vale la pena revisar algunos datos que se han aireado estas semanas en la prensa francesa.

¿Tardan mucho en encontrar empleo los jóvenes diplomados?

Entre los licenciados que terminaron la enseñanza superior en 2001 (para los cuales ha pasado ya un tiempo suficiente para ver su inserción laboral), tres años después el 71% tenían un contrato indefinido. Entre estos, un tercio lo habían obtenido nada más acabar los estudios, y la mitad seis meses después. («Le Monde», 28 marzo).

¿Es difícil la inserción laboral en el nivel de los cuadros al que se destinan los jóvenes diplomados?

La Asociación Nacional para el Empleo de Cuadros (APEC) observa una mejora: el 51% de los licenciados tenían un puesto un año después de obtener el diploma. Para 2006, el reclutamiento de jóvenes diplomados representaría, según las previsiones de las empresas, un 23% de los nuevos contratos. («Le Monde», 28 marzo).

Muchos jóvenes se quejan de que pasan de un periodo de prácticas a otro sin lograr un empleo estable.

El Consejo Económico y Social estimaba en julio de 2005 que las empresas empleaban anualmente a 800.000 jóvenes en periodo de prácticas, de los cuales entre 60.000 y 120.000 estaban haciendo tareas que en realidad corresponderían a puestos de trabajo a tiempo completo. La duración de esas prácticas se alarga cada vez más (seis meses, un año), de modo que cada vez se parece más a un trabajo de duración determinada. Sin embargo, la remuneración rara vez supera el salario mínimo, incluso para los licenciados. («Le Monde», 28 marzo).

Para la generación de 2001, en el 75% de los casos el primer empleo es precario: un 45% comienzan con un contrato de duración determinada, un 20% como interinos. Hay que esperar tres años para que el 70% de una generación tenga un empleo estable. («Le Monde», 24 marzo).

De todos modos, en el conjunto del mercado de trabajo, Francia no sale mal parada en cuanto a la inestabilidad laboral: en Francia tiene contrato temporal el 12,3% de los trabajadores, porcentaje similar al de Alemania (12,2%) e Italia (11,9%), superior al del Reino Unido (5,7%), inferior al de Suecia (15,1%) y al de España (30,4%), que bate todos los récords.

Los jóvenes universitarios tienen el sentimiento de que el empleo obtenido no está a la altura de lo que cabía esperar por su formación. ¿Responde esto a la realidad?

La tasa de diplomados que, tres años después de salir de la Universidad, estaban empleados a un nivel inferior al que correspondería a su titulación, era en 1997 un 45% para los que habían obtenido un título de más de tres años de estudios. Cerca de un tercio de los licenciados en 1998, siete años después de terminar sus estudios, se consideraban empleados a un nivel inferior. («Le Monde», 28 marzo).

¿Ha dejado de funcionar el «ascensor social»?

En 2002, el 22% de los franceses de 30-35 años habían conseguido una categoría social más elevada que la de sus padres frente a un 32% de los de 50-54 años. En cambio, el 17% de los de 30-35 años había experimentado un descenso social respecto a sus padres, frente a un 10% de los de 50-54 años. («Le Monde», 24 marzo)

¿Ha aumentado la desigualdad respecto a los trabajadores de más edad?

En 1977 los quincuagenarios ganaban un 15% más que los treintañeros; en 2000, la diferencia era un 40%. («Le Monde», 7 marzo).

¿El título universitario ya no es una garantía contra el paro?

El título sigue siendo una garantía para acceder al empleo. Los jóvenes sin cualificación sufren un desempleo mayor: tres años después de dejar los estudios, la tasa de paro era de un 30% para la generación de 1998 y de un 40% para la generación de 2001. («Le Monde», 24 marzo).

Cuando la coyuntura económica es buena, los primeros que encuentran empleo son los que tienen un título más elevado.

¿Los jóvenes franceses siguen considerando que lo mejor es trabajar para el sector público?

Según una encuesta reciente, tres cuartas partes de los jóvenes desearían ser funcionarios. La función pública tiene un fuerte atractivo para los jóvenes, aunque solo sea porque representa más de un empleo de cada cinco en Francia, es decir, cerca de 6 millones de empleos. Los puestos están ocupados cada vez más por gente cualificada: el porcentaje de no diplomados de la función pública ha pasado del 49% al 21% en veinte años. («Le Monde», 24 marzo).

Los franceses son menos partidarios del sistema capitalista que los de otros países. Según una encuesta de la Universidad de Maryland sobre Actitudes Políticas Internacionales publicada el pasado enero, solo el 36% de los franceses respondían que el mejor modelo económico es «el sistema de libre empresa y la economía de mercado», porcentaje que en Alemania asciende al 65%, en Italia al 59%, en Gran Bretaña al 66%, en EE.UU. al 71% y en China al 74%.

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