Prescindir de la energía nuclear está suponiendo una electricidad más cara, por importaciones de combustibles fósiles o subvenciones a las renovables.

Una versión del artículo fue publicada en el servicio impreso 69/13 La economía japonesa ha vuelto a dar buenas noticias este año, gracias al vigoroso estímulo aplicado por el gobierno de Shinzo Abe. Pero, según el diario económico Nihon Keizai Shimbun (abreviado, Nikkei), hay un factor que “podría desinflar la incipiente recuperación económica del país”: el cese de las centrales nucleares. Pues a causa de ello, “se pierde riqueza nacional y aumenta la carga fiscal que soportan los ciudadanos”. El Nikkei se expresa así en un editorial con ocasión del segundo corte nuclear japonés tras la catástrofe de Fukushima. El país se quedó por primera vez sin electricidad de origen atómico en mayo de 2012, tras parar progresivamente todas las centrales que quedaban en servicio. En julio siguiente se autorizó poner en marcha dos reactores para satisfacer la demanda veraniega en la región de Kioto. Pero el 15 de septiembre se cumplió para ambos el plazo de parada obligatoria para la revisión periódica, cada trece meses. El hogar medio alemán verá subir de 185 a 225 euros en 2014 el recargo en la factura eléctrica para financiar las energía renovables La reanudación estará sujeta a condiciones de seguridad más estrictas, aprobadas por el gobierno para restaurar la energía nuclear (ver Aceprensa, 4-03-2013). Las compañías eléctricas han presentado ya solicitudes para volver a poner en marcha doce reactores en total. El nuevo organismo regulador independiente no terminará de examinarlas dentro de este año, y si da el permiso, aún faltará el de las autoridades locales, menos favorables que el gobierno a la energía atómica. La falta de energía nuclear se ha suplido principalmente con las centrales térmicas, de suerte que Japón, pobre en recursos minerales, este año tendrá que gastar 38.000 millones de dólares más que en 2010 para importar carbón, petróleo y gas natural. Esto ha elevado el déficit comercial, que en julio alcanzó 10.300 millones de dólares. Si se cerraran definitivamente todas las centrales, las diez compañías titulares perderían 44.000 millones de dólares en total, y cuatro de ellas irían a la quiebra, según cálculos de la Agencia de Recursos Naturales y Energía. Por otro lado, se resisten a contribuir al fomento de energías renovables, según el plan aprobado por el gobierno el año pasado, porque les exige comprar la electricidad de origen limpio a precio fijo. De ahí el interés que tienen en mantener las centrales, y el temor del Nikkei. El sector empresarial japonés quiere que se reabran las centrales nucleares existentes De todas formas, aunque finalmente se anule el plan, adoptado por el gobierno anterior, de abandonar por completo la energía nuclear en 2030, en la práctica habrá poca diferencia. Para entonces, la mayoría de los reactores actuales habrán agotado su vida útil, y de los más recientes, solo cinco podrán durar hasta mediados de siglo. Así pues, Japón está abocado a vivir sin energía nuclear, a no ser que construya nuevas centrales, cosa muy improbable después de Fukushima. Los reactores ahora en construcción no son más que tres, y quizá no se terminen. La cuestión es, por tanto, si el fin de la energía nuclear en Japón será gradual o no, y cómo adaptarse a su ausencia. El gobierno y buena parte del sector empresarial quieren ganar tiempo, para aliviar el costo. Compleja transición alemanaEn Alemania, aunque siguen funcionando ocho centrales nucleares, el cierre de las otras nueve se nota ya mucho en la factura de electricidad. La preocupación de particulares y empresas sale poco en la campaña para las elecciones del 22 de septiembre, porque la opinión pública y los grandes partidos están de acuerdo en decir adiós a la energía nuclear en 2022. Pero el próximo gobierno tendrá que gestionar bien una transición energética (Energiewende) que está resultando difícil y cara, para mantener el apoyo al plan. Japón y Alemania queman más carbón para suplir el recorte de la energía nuclear La meta es que en 2050, Alemania extraiga el 80% de su electricidad de fuentes renovables. Ahora va por el 22%. Pero al mismo tiempo, por el descenso de la energía nuclear, del 25% al 18%, ha subido la parte correspondiente al carbón, del 43% al 52%. Esto ha contribuido a que el año pasado aumentaran las emisiones de CO2, pese a la expansión de las energías limpias. Estas, a su vez, costaron unos 16.750 millones de euros en subvenciones, que se repercuten en la factura. Ahora, el recargo para financiar las renovables, 5,3 céntimos por kWh, viene a suponer unos 185 euros anuales de más a un hogar medio de tres personas. El año que viene subirá un 20%, lo que encarecerá el total de la factura un 4%, aumento muy notable en un país donde la inflación está en el 1,7% anual. Acusan más la subida los hogares con presupuestos cortos, como los de pensionistas. Hay organizaciones que ayudan a los que no pueden pagar la factura, para que no les corten el suministro eléctrico. Una de las dos que operan en Berlín atendió 1.600 casos el año pasado y 1.800 en el primer semestre del corriente, según dijo un empleado al New York Times. También las empresas se resienten. Varios centenares reciben subvenciones para compensarles por la subida y así evitar que pierdan competitividad. Las demás temen quedar en desventaja en el mercado internacional. Y el Instituto de Investigación Económica, de Colonia, dice haber detectado un descenso de inversiones industriales extranjeras por el aumento de los costos energéticos. La Energiewende, además, exige grandes inversiones en centrales de energía renovable y en la red de alta tensión. Los trabajos están retrasándose y pasándose de presupuesto, como señalaron en la Cumbre de la Energía de marzo pasado los Länder del norte, donde ha de producirse la mayor parte de la energía limpia para distribuir por el resto del país. Un caso célebre es el parque eólico de la isla de Borkum, aún sin conectar a la red: el cable submarino no se ha podido tender porque antes es necesario limpiar el fondo de restos de la II Guerra Mundial. Sin embargo, el estado septentrional de Schleswig-Holstein ya tiene él solo tanta potencia instalada de energía eólica y solar, 12.000 megavatios, como todas las centrales nucleares operativas del país; lo que no hay es líneas para llevarla adonde haría falta.

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