En EE.UU. cada vez más trabajadores siguen en activo después de los 65 años, y las previsiones indican que esta tendencia se reforzará. En Europa, en cambio, las prejubilaciones generalizadas han hecho que solo uno de cada cinco trabajadores siga trabajando entre los 60 y los 65 años. Pero la dificultad para financiar las pensiones está obligando a reconsiderar la edad de jubilación.
En EE.UU., país con virtual pleno empleo, la dificultad para encontrar el personal necesario está llevando a las empresas a recurrir cada vez más a trabajadores que han pasado la barrera de los 65 años, sobre todo en el sector de servicios.
El porcentaje de personas de 70 a 74 años que están trabajando o buscan empleo creció del 11,3% en 1990 al 13,5% el año pasado, según datos del Departamento de Estadísticas de Trabajo, mencionados en el New York Times (15-I-2001); el de mayores de 75 años subió también al 5,3%.
Varios factores contribuyen a impulsar esta tendencia. De una parte, al alcanzar la edad de jubilación en mejor estado de salud que antes, los trabajadores se sienten más fuertes para seguir en activo. La mayor edad tampoco supone necesariamente una pérdida de curiosidad intelectual, como se demuestra en que uno de los grupos donde más crecen los usuarios de Internet es entre los mayores de 65.
Por parte de los empleadores, la escasez de mano de obra cualificada hace que estén más dispuestos a emplear a trabajadores mayores. Para responder a los deseos tanto de las empresas como de los trabajadores, el año pasado se reformaron las reglas de la Seguridad Social que penalizaban a los jubilados que compatibilizan el cobro de la pensión con alguna actividad remunerada. Ahora pueden seguir trabajando sin merma de sus pensiones (cfr. servicio 43/00).
La tendencia a trabajar hasta una edad más avanzada será un alivio para la Seguridad Social, que teme que en el futuro no haya suficientes activos para sufragar las pensiones. Actualmente la proporción de activos de 20-64 años respecto a los mayores de 65 es de 3,3 a 1; y se estima que la proporción caerá hasta 2 a 1 en 2030. De todos modos, las pletóricas generaciones del baby boom de postguerra -los nacidos entre 1946 y 1964- no parecen anhelar la jubilación: en una encuesta realizada en 1998 por la Asociación de Jubilados, el 80% de los miembros de esas generaciones se declaraban dispuestos a seguir trabajando después de los 65 años.
En Europa la situación es bien distinta. La temprana edad de jubilación legal en algunos países, junto al recurso a las prejubilaciones, ha hecho que los mayores dejen de trabajar cada vez antes. En la Unión Europea, en 1999, entre la población activa de 50-54 años seguían trabajando 7 de cada 10 personas; de 50-59 años, la proporción bajaba a 5 de cada 10; de 60-64 años, 1 de cada 5; y de 65-69 años, solo el 6,5%.
Francia es uno de los países que tienen una edad de jubilación más temprana: 60 años. El número de años de cotización exigidos para recibir una pensión sin descuentos se está ampliando de 37,5 años a 40 años en 2003. Entre los que piensan que esto es insostenible se encuentra la principal patronal (MEDEF), que quiere que los sindicatos transijan en retrasar la edad de jubilación. Como medida de fuerza, ha amenazado con no pagar la parte que le corresponde en la financiación de las pensiones complementarias entre los 60 y los 65 años. Los sindicatos han respondido convocando una jornada de acción el 25 de enero, en defensa de lo que consideran una «conquista social». El gobierno prefiere que lleguen a un acuerdo la patronal y los sindicatos, antes de introducirse en el terreno minado de la reforma de la edad de jubilación. Será difícil que todo siga igual en una Europa donde cada vez hay más jubilados en proporción a la población activa y con una mayor esperanza de vida.