Bitcoin: Nunca estuvieron tan alejados los conceptos de valor y precio

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El mercado de bitcoins ha abierto el abanico de posibilidades de inversión en los últimos años, especialmente en jóvenes digitalizados en busca de dar un “pelotazo” con el que hacerse ricos sin necesidad de trabajar para hacerse acreedor a ello. A lo largo de la historia ha habido otras situaciones como esta, y los inversores no han acabado muy bien parados.

En el año 1976, los siempre geniales René Goscinny y Albert Uderzo publicaron una aventura de su archiconocido personaje Astérix el Galo, denominada Obélix y Compañía. En este cómic se puede ver cómo un taimado romano, denominado Cayo Coyuntural, hace creer al orondo galo que hay una demanda tremenda de menhires en todo el Imperio Romano, y que han decidido encargarle a él y a los demás galos de aquella aldea noroccidental de la Galia la producción masiva de menhires. El objetivo no era otro que evitar que los galos se tomasen la poción mágica y les dieran paliza tras paliza a los sufridos legionarios.

El no especialmente avispado Obélix acepta el reto, cegado por la enorme cantidad de sestercios que podía obtener y embarca a casi toda la aldea en el tallaje de estas rocas. Evidentemente, cuando los romanos han conseguido su objetivo de domeñar la agresividad de los galos, cortan de golpe el suministro de pedidos y el envío de sestercios, y la compañía del pobre Obélix cae en la más absoluta quiebra.

Tulipanes imaginarios

Unos diecisiete siglos después de esta historia de ficción, se produjo una historia real en los entonces dinámicos Países Bajos, cuando surgió la moda de adquirir tubérculos turcos de tulipán. La posesión de tulipanes pasó a estar asociada con la riqueza, y las familias holandesas importantes competían por tener las variedades más raras y de colores más vistosos, llegándose a pagar por un bulbo de tulipán púrpura la cantidad de 1.200 florines, precio que por entonces equivalía al que podía tener una pequeña vivienda en la ciudad de Amsterdam.

Llegó un momento en el que no se producía la entrega física de bulbos en las transacciones (1636-1637); simplemente, se compraba porque se esperaba que subiera su precio en el futuro. Y lo que era más preocupante, muchas de las compras se hacían a crédito. Como ya no hacía falta entregar físicamente los bulbos, se creó un mercado ficticio, asumiéndose que siempre subiría el valor del producto. Los vendedores no tenían bulbos y los compradores no tenían dinero (firmaban pagarés), pero todo el mundo vendía y compraba a futuro. La locura especulativa llegó hasta el punto de que un bulbo de tulipán valiera lo mismo que el sueldo de cinco años de un trabajador holandés medio, o el valor de veinticinco toneladas de trigo. Y, como pasa en todas las locuras, llegó su fin; concretamente el 3 de febrero de 1637, fecha en la que el comercio de futuros de bulbos de tulipán se hundió de repente, y el mercado desapareció como tal.

Esquemas piramidales

En los tiempos actuales, han surgido diferentes esquemas piramidales, entre ellos, el de las criptomonedas. El dinero es probablemente el concepto macroeconómico más difícil de explicar y de entender. Lejos quedan los tiempos en los que el dinero se contaba por los doblones que se llevaban en las faltriqueras. Ahora, incluso el papel moneda es una mínima parte del dinero en circulación, y lo único que se requiere es que sea un vehículo de confianza, tomando como base la garantía que aportan los bancos centrales, que pueden controlar en tiempo real su oferta monetaria y el volumen de dinero que se encuentra en manos del público. Sin embargo, en los últimos años han surgido determinados sujetos que, basándose en la opacidad del mundo digital, parece que han encontrado una forma de hacerse ricos a cuenta de los demás. Se trata de personas anónimas que tratan de emitir monedas virtuales que puedan reemplazar en Internet a las monedas reales de toda la vida.

La cotización del bitcoin, con los típicos vaivenes de un producto especulativo, ha ido subiendo hasta alcanzar los 60.000 dólares

El 18 de agosto de 2008 se registró el dominio bitcoin.org, y unos días después se publicó un documento bajo el título “Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System”, firmado por un misterioso Satoshi Nakamoto. En dicho documento se indicaban métodos para generar un sistema de transacciones electrónicas al margen de los modelos tradicionales bancarios, y se limitaba el número de monedas a emitir a 21 millones, las cuales se irían emitiendo poco a poco (en la actualidad se han emitido la mayor parte de estas monedas). La identidad de Nakamoto no ha sido desvelada, y podría tratarse de un nombre ficticio de un colectivo de programadores. Los bitcoins eran asignados a aquellos criptógrafos que eran capaces de resolver determinados problemas propuestos.

La primera compra con bitcoins: dos pizzas

Los primeros bitcoins salieron a la venta en una subasta en marzo de 2010; la oferta fue de 10.000 bitcoins por 50 dólares, y nadie quiso comprarlos. Hubo que esperar unos meses para que se produjera la primera transacción realizada fuera del ambiente digital, en la que se pagaron 10.000 bitcoins por dos pizzas de una franquicia de los restaurantes Papa John’s en Jacksonville (Florida). Lo que parecía un juego de ingenieros informáticos y criptógrafos comenzó a tener una cierta notoriedad.

Para tratar de ayudar al desarrollo y conocimiento de la nueva moneda virtual se creó el 17 de marzo de 2010 el mercado BitcoinMarket.com, en el que se podían realizar transacciones utilizando la tarjeta PayPal. Las primeras operaciones arrojaron una cotización de 0,003 dólares por bitcoin. A partir de entonces se produjo un lento incremento de cotizaciones, que supuso llegar a la paridad con el dólar en el primer trimestre de 2011. Desde ese momento, comenzó un incremento geométrico de la cotización del bitcoin, con mucha volatilidad, produciéndose fuertes subidas y bajadas de precio.

En 2014 se produjo la aceptación del pago en bitcoins de los juegos Xbox por parte de Microsoft; así como el hecho de que la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) admitiera a cotización los swaps sobre el precio del bitcoin. A mediados del año 2015, las estimaciones apuntaban a que ya había más de 160.000 entidades que aceptaban pagos con bitcoins y, a principios de 2017, Japón decidió aceptar los bitcoins como medio de pago, y algunos bancos empezaron a admitir la apertura de cuentas en bitcoins, llegando el precio del bitcoin en octubre a 7.000 dólares, cifra que nos recuerda mucho lo ocurrido con los tulipanes holandeses en el siglo XVII. Cuando se anunció que se iban a autorizar los contratos de futuros sobre esta moneda, el bitcoin llegó a cotizar a 18.000 dólares por moneda. En los últimos años, con los típicos vaivenes de un producto especulativo, la cotización ha mantenido la senda ascendente, llegando en las últimas semanas a los 60.000 dólares por moneda.

Una moneda sin fundamento

La verdad es que el desarrollo del bitcoin basa su progreso en la privacidad, la descentralización, el límite de unidades, la permutabilidad y la ausencia de censura. Pero junto a estas características, hay una que destaca sobre todas las demás, y no es otra que la ausencia de fundamento de su existencia. Puede que el bitcoin se creara para tratar de encontrar un medio de cambio privativo del mundo digital, y que, adecuadamente regulado, pudiera haber tenido alguna utilidad; pero la mayoría de las otras criptomonedas, que son muchas, se emitieron por mera imitación, para conseguir ganar dinero a costa de los nuevos adquirentes, que las compran a precios geométricamente superiores.

Las criptomonedas se emiten porque sí, y suben porque los que las adquieren piensan que el mes siguiente van a valer todavía más

No hay indicador de valor, ni fundamentales, ni transparencia en la cuantía y tiempos de evolución de las criptomonedas. Se emiten porque sí, y suben porque los que las adquieren piensan que el mes siguiente van a valer todavía más. Es un esquema Ponzi del siglo XXI, del que los últimos tenedores tendrán que lamerse las heridas cuando la pirámide se desmorone. El tiempo nos dirá lo que ocurre con esta nueva y misteriosa burbuja.

Partiendo de la cotización de 60.000 dólares, cuando se llegue a los 21 millones de monedas emitidas, si se hiciera una Oferta Pública de Venta (OPV) en Bolsa a dicho precio, supondría una valoración total de 1,26 billones de dólares por el total de los bitcoins emitidos, más o menos el PIB actual de España. Realmente, se encontrarían inversores dispuestos a pagar ese dineral por… por ¿el qué?… Y es entonces, cuando un inversor racional analizaría la diferencia entre valor y precio; el precio es de 60.000 dólares, pero su valor… sí, digámoslo, su valor es la nada. Con un menhir, Obélix podía librarse del sol cuando se echase una siesta después de devorar un jabalí; un tubérculo de tulipán se podía plantar en el jardín y disfrutar de su vista en una soleada tarde en Rotterdam. Pero, con un bitcoin, que, simplemente no existe, ¿qué utilidad podemos obtener?

Un billete de 20 euros es un trozo de papel, y evidentemente, no sirve para nada, salvo para que sea aceptado como medio de pago; pero lo respalda y garantiza el Banco Central Europeo. ¿Quién respalda al bitcoin? Ni siquiera sabemos quién lo creó, ni quién lo maneja. Cuando cayó el mercado de tulipanes holandés hubo pérdidas millonarias entre muchos ciudadanos. En otras muchas crisis ha ocurrido algo parecido. Así que nosotros lo único que podemos hacer es avisar de lo que puede ocurrir; no sabemos cuándo, pero seguro que ocurrirá.

Miguel Córdoba
Profesor de Economía y Finanzas

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