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Bajos salarios y «dumping» social

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¿El librecambismo sería hoy una amenaza para los países desarrollados? Así lo dicen algunas voces, que achacan la pérdida de empleos en Occidente a las importaciones procedentes de países con bajos salarios y escasa protección social. A esto responde Alain Madelin, ministro francés, en un artículo publicado en Le Monde (24-VI-94).

Madelin hace notar que el miedo al librecambio es igual que el miedo a la máquina. «¿La mano de obra barata extranjera hace bajar los precios y destruye empleos? Una máquina que ahorrara mano de obra haría lo mismo. Otro espejismo: a la destrucción de empleo visible corresponde una ganancia de productividad que se extiende en la economía, provocando la creación de nuevas riquezas y de nuevos empleos. (…) La simple observación de los hechos muestra que los países más robotizados son también los que tienen menos problemas de empleo. En nombre de la protección del empleo visible, ¿hay que condenar el progreso y sustituir los camiones por carretillas?

«Lo que es maquinal, la máquina lo hace o lo hará, y lo que hoy hace una mano de obra barata extranjera, nuestras máquinas lo harán todavía más barato mañana. Esta oportunidad de que los hombres escapen a las tareas más ingratas no destruye empleo; en cambio, nos obliga a cambiar nuestras rigideces para acompañar las mutaciones necesarias, a inventar los nuevos empleos de mañana e incluso, sin duda, a reinventar el trabajo».

Después se refiere al riesgo de que las multinacionales localicen sus fábricas en zonas de menor coste laboral. «Estas deslocalizaciones sirven a menudo de cabeza de puente a sus exportaciones. Japón, Estados Unidos o incluso Alemania deslocalizan o internacionalizan sus producciones más que nosotros, y sin embargo tienen menos paro».

Según algunos, el librecambio sólo sería posible entre países con un nivel de desarrollo económico y social similar. En suma, contesta Madelin, «los ricos deberían comerciar entre ellos. Los más pobres podrían comprarles, pero no venderles. Pero lo que hace eficaz el intercambio es justamente la diferencia de las condiciones de producción. Los climas, las aptitudes, las legislaciones económicas, la abundancia de capital, los salarios, son toda una serie de factores de desigualdad en la concurrencia. ¿Habría que limar las diferencias? Si es así, ¿cuáles? ¿Hay que armonizar la duración del tiempo de trabajo o los impuestos? ¿Por lo alto o por lo bajo? ¿Hay que armonizar los días de sol para preservar la igualdad en la concurrencia en el turismo?».

Después Madelin rechaza la idea de que los bajos salarios sean una especie de «dumping social». «Los países con bajos costes laborales preocupan. Sin embargo, éstos no proporcionan más que una pequeña parte de nuestras importaciones. El país con el que más comerciamos, Alemania, tiene costes laborales más altos que los nuestros. ¿No tendrían que quejarse los alemanes del ‘dumping social’ francés?

«El alto salario de uno es siempre el bajo salario de otro. En Taiwán, los salarios son más altos que en Portugal. ¿Hay que excluir por eso a Portugal de la Unión Europea? ¿Tiene que cerrar ésta sus puertas a Polonia o a la República Checa?».

Madelin piensa que se habla con ligereza de «dumping social». «El dumping es una práctica rechazable que consiste en vender un producto en el extranjero a un precio inferior al que se vende en el mercado nacional o a un precio inferior al coste de producción. Esta definición de dumping no tiene nada que ver con los bajos salarios que se pagan en algunos países. En estos países, por otra parte, las industrias de exportación son las que pagan mejores salarios. Si hay dumping social, ¿no habría que hablar de ‘dumping fiscal’ en el caso de los países donde los impuestos pesan menos que aquí o de ‘dumping de materias primas’ cuando el petróleo es barato? Se dirá que hay dumping social porque los países con bajos salarios no asumen en sus precios la financiación de una seguridad social tan completa como la nuestra. Pero a este argumento se le puede dar la vuelta. Los países menos desarrollados podrían quejarse de tener que comprarnos demasiado caros los bienes de equipo que incorporan el peso de nuestros salarios más elevados y de nuestra seguridad social».

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