A más desigualdad, menos crecimiento

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Michael Bruno y Lyn Squire, del Banco Mundial, explican en International Herald Tribune (30-IX-96) que la distribución equitativa de la riqueza ayuda al crecimiento económico y a la reducción de la pobreza.

Al menos desde hace varios decenios, recuerdan los autores, es corriente pensar que hay una cierta oposición entre la igualdad y el crecimiento. Según la teoría propuesta por el economista Simon Kuznets en 1955, al principio de la industrialización de un país se agrandan las diferencias entre ricos y pobres, y después se reducen poco a poco. De esta tesis, liberales y socialdemócratas extraen consecuencias distintas. Los primeros sostienen que el aumento de la desigualdad es condición necesaria del despegue económico. Los segundos defienden la necesidad de incluir en los planes de desarrollo ayudas compensatorias para los pobres.

Bruno y Squire sostienen que la tesis de Kuznets se basa en datos incompletos y en gran parte anticuados. «Un estudio del Banco Mundial para el que se ha utilizado información mucho mejor ha arrojado resultados sorprendentes. En sí mismo, el crecimiento no aumenta ni disminuye la igualdad. De los 88 países donde hubo crecimiento económico durante diez años seguidos, la igualdad mejoró ligeramente en más o menos la mitad de los casos y empeoró también ligeramente en la otra mitad».

En cambio, el estudio descubre «una relación clara entre el crecimiento y la reducción de la pobreza. Los ingresos del quinto más pobre de la población mejoraron en el 85% de los lugares donde creció la economía durante diez años seguidos». En general, a mayor índice de crecimiento, mayor aumento de la renta de los pobres.

Queda por ver cómo afecta la igualdad al crecimiento económico. «Los nuevos datos muestran que los países en desarrollo con una distribución más equitativa de los recursos, en especial de la tierra, han crecido más de prisa que los países con una distribución menos igualitaria».

En efecto, «las economías de Asia del Este con una distribución relativamente igualitaria de la tierra y que han adoptado políticas enérgicas de crecimiento económico, han logrado reducir la pobreza de forma espectacular. En Latinoamérica, donde, en general, la distribución de la tierra es menos igualitaria, el crecimiento ha sido más lento y menos sostenido, y los índices de pobreza se han mantenido en niveles altos».

¿Por qué una distribución más equitativa de los recursos estimula el crecimiento? Una explicación probable, dicen los autores, está en el acceso al crédito. Para crecer hay que invertir. Pero los pobres, que no poseen capital, no tienen posibilidad de invertir -ni siquiera en su propia educación- si carecen de patrimonio que dar en garantía para obtener préstamos.

De los nuevos datos, Bruno y Squire extraen tres lecciones. Primera, para reducir la pobreza hay que promover decididamente el crecimiento económico. Segunda, en los países con grandes desigualdades es necesario mejorar el acceso de los pobres a los recursos productivos y al crédito. Tercera y más importante lección: «El estudio no apoya la extendida creencia de que los gobiernos tienen que escoger entre igualdad y crecimiento; las políticas más eficaces son las que promueven simultáneamente ambas cosas».

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