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Aumentan las enfermedades venéreas entre los adolescentes británicos

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El British Medical Journal (14- V-99) ha publicado un informe sobre «La salud sexual de los adolescentes en Inglaterra y Gales», que ha movido al Ministerio de Sanidad a emprender de inmediato una campaña nacional de revisiones médicas. El estudio ha analizado los datos de 1996 de la Office for National Statistics y de las clínicas especializadas en enfermedades de transmisión sexual (ETS), a fin de averiguar el número de embarazos y abortos en adolescentes y cuántos padecen enfermedades venéreas.

Ese año se diagnosticaron 2.272 casos de gonorrea en adolescentes de 16 a 19 años, lo que supone un incremento del 34% entre las mujeres y del 30% entre los varones, con respecto a 1995. También ha subido la incidencia de la enfermedad de Nicolas y Favre (asociada a una bacteria del género clamydia que se transmite por simple contacto venéreo) y de las verrugas genitales. Estas infecciones pueden provocar inflamaciones pélvicas, cáncer cervical y esterilidad, entre otras complicaciones.

Las adolescentes de 16 a 19 años son el grupo de población con las tasas más altas de gonorrea, infección de clamydia y verrugas genitales, y la segunda más alta de herpes genital, después de las jóvenes de 20 a 24 años. Según el informe, las adolescentes que tienen relaciones sexuales tempranas corren más riesgos que las mujeres de más edad.

En 1996 hubo 86.174 embarazos en menores de 20 años, de los que 55.878 terminaron en nacimientos y 30.296 en aborto. Esto supone un aumento del 14,5% de abortos en menores de 16 años y del 12,5% entre adolescentes de 16 a 19 años, en comparación con el año anterior. La maternidad también aumentó un 6,7% y un 4,6% respectivamente.

Con esta información, la secretaria de Estado de Sanidad, Tessa Jowell, afirmó que «es una pena que no sepan el tremendo riesgo que corren. Las ETS pueden comprometer la fertilidad de unos jóvenes que, indudablemente, ignoran las consecuencias médicas y personales de lo que hacen».

El Ministerio teme que las infecciones de clamydia se conviertan en una epidemia. De ahí que vaya a poner en marcha una campaña, similar a la emprendida en Australia, para animar a los adolescentes a acudir al médico antes de que los daños sean irreversibles. Según Jowell, «la esterilidad es uno de los peligros de esta dolencia y nadie parece saberlo».

Cambiar los comportamientos

Sin embargo, la difusión de las ETS entre los adolescentes no es un fenómeno nuevo: hace tiempo que las revistas de Medicina se ocupan del asunto, al que califican como uno de los problemas más graves de salud pública (ver servicio 9/97). A la vez, los diversos análisis coinciden en afirmar que este retroceso sanitario, en tiempos de avance general de la ciencia médica, se debe simplemente a la difusión de «conductas de riesgo».

En concreto, los estudios epidemiológicos conceden gran valor predictivo a la edad de la primera relación sexual. Cuanto más temprana sea, tanto mayores son la incidencia en conductas de riesgo y la morbilidad por ETS. La OMS ha confirmado que el cáncer de cuello uterino está asociado con ciertas cepas del virus del papiloma humano y, mediante este, con la precocidad sexual y la multiplicidad de parejas. En efecto, un estudio italiano muestra que la prevalencia de ese cáncer -nula entre adolescentes vírgenes- ha alcanzado la tasa de 2,6 por mil en las chicas de 15-19 años sexualmente activas.

A menudo, la reacción de los poderes públicos y de otras organizaciones ante tales datos es predicar el «sexo seguro». Pero el aumento de las ETS entre adolescentes confirma que el sexo ocasional siempre entraña inseguridad. Ciertamente, el preservativo hace menos peligrosas las conductas de riesgo; pero su efecto sólo puede ser limitado mientras sigan difundiéndose esas conductas. Por otra parte, no es lógico pedir de los adolescentes circunspección para tomar precauciones y elegir pareja, cuando a la vez se fomenta la sexualidad sin compromiso. La frecuente omisión de medios anticonceptivos que las encuestas descubren en los adolescentes indica que en la conducta sexual, la madurez y la responsabilidad son actitudes básicas: no se puede pretender que se apliquen sólo al empleo del preservativo.

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