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Amar sin sombras ni Grey

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

Hay cierta fascinación por la película 50 sombras de Grey, basada en la novela del mismo nombre. Es el “regalo” de San Valentín que Universal Pictures tiene reservado para nuestra juventud. Muchos acudirán a ver la película por curiosidad o por no decir que no la han visto, contribuyendo así al negocio millonario que mueve el best seller de E.L. James y quedando negativamente afectados por lo que ven.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 14/15

La historia entre Ana y Christian Grey contiene muchas mentiras sobre el amor y la sexualidad. En primer lugar, Christian, inmensamente rico, se presenta como “la fantasía sexual” más interesante para las mujeres. Pero realmente es una persona gravemente dañada. A los 15 años mantuvo una relación sumisa-dominante con una amiga de su madre, que como afirma, le dejó “perdido y con 50 sombras”. Sus obsesiones, debidas a su pasado como víctima, se tiñen de erotismo (realmente pornografía) para hacer del libro un negocio millonario, cuando en la realidad llevarían a cualquiera a la consulta de un psicólogo. Nos podemos preguntar cuál sería nuestra reacción si hubiese sido Ana la víctima de una relación patológica con un amigo de su padre y se fantasease sobre ello. Los problemas sexuales no son algo “sexy”: son problemas que hacen daño a quienes los sufren y también a quienes fantasean con ellos.

La historia enseña a las mujeres que el dolor y la sumisión son eróticos, y a los hombres que las mujeres quieren un hombre que las controle e intimide

Violencia consentida

Un estudio sobre la posible influencia de la novela en las mujeres jóvenes, publicado en la revista científica Journal of Women’s Health, advierte que la relación entre los dos protagonistas tiene las características de una relación violenta, caracterizada por el acoso, la intimidación y el aislamiento. Sin embargo, la novela envuelve esta relación en erotismo y la presenta también como algo “sexy”. Algo parecido ocurre con la pornografía, que suele incluir escenas que contienen agresiones físicas y donde las mujeres son dominadas y vejadas.

La pornografía daña las relaciones de pareja, al ofrecer una imagen de la sexualidad distorsionada e irreal, y en ocasiones lleva a relaciones violentas. La violencia no es “sexy” sino violencia; incluso aunque sea una violencia “consentida”. La investigadora principal del estudio publicado en Journal of Women’s Health advierte que el problema viene cuando la imagen que se ofrece sobre la violencia contra la mujer refuerza su aceptación en lugar de desafiarla, que es lo que está ocurriendo con las 50 sombras de Grey.

Además, en dicho estudio se encontró que aquellas chicas que habían leído la novela, comparadas con las que no la habían leído, tenían con más frecuencia conductas de riesgo para la salud como una mayor multiplicidad de parejas y relaciones de pareja violentas. Los investigadores advierten que la novela puede influir en la aparición de esas conductas o en el refuerzo de las mismas si ya estaban presentes antes de leerla.

Por otra parte, la novela pretende mostrar que Ana siempre da su consentimiento ante las pretensiones de Christian y que, en cualquier caso, el consentimiento es secundario cuando hay un fuerte deseo, borrando así la línea roja entre el consentimiento y el acoso. El estudio antes citado afirma que el libro muestra un abuso emocional en prácticamente todas las interacciones de la pareja, incluyendo elementos de acoso e intimidación. Ana sigue siendo una víctima, aunque tolere ese acoso. Esto debería ser más denunciable que permisible y menos aún objeto de fantasías sexuales para lectores.

La relación entre los protagonistas de “Cincuenta sombras de Grey” es violenta, caracterizada por el acoso y la intimidación; el libro la envuelve en erotismo y la presenta como algo “sexy”

No contribuir al negocio

Es paradójico que se esté haciendo un gran esfuerzo para prevenir la violencia en la pareja, especialmente entre los jóvenes (véase la última campaña “Cuéntalo, hay salida a la violencia de género”), y ni siquiera se advierta de las consecuencias de una historia mal escrita y sazonada de erotismo que intenta convertir a la pornografía y la violencia en algo “sexy” y objeto de fantasías sexuales. La gente es libre de ver o no una película que no solo no tiene nada que ver con el amor, sino que disfraza como amor tanto a Grey como a sus sombras personales. Quizás merezca la pena no contribuir al negocio de tanta sombra. Una manera de denunciar la violencia contra la mujer podría ser también el boicot a este tipo de películas. Es poco eficaz hablar de tolerancia cero frente a la violencia contra la mujer si a la vez se hace tanta publicidad sin crítica a una película que convierte dicha violencia en una fantasía sexual, un producto de consumo sexual.

Otras perspectivas

La socióloga israelí Eva Illouz analiza Cincuenta sombras de Grey en su estudio Erotismo de autoyuda (Katz, 2014). Se pregunta cómo es posible que se haya difundido tanto la obra de E.L. James, que “contiene muestras de la peor escritura que he visto nunca” y presenta de modo favorable el sadomasoquismo y el sometimiento de la mujer. Su hipótesis es que sintoniza con tendencias muy promovidas en la sociedad occidental, como la reducción de la sexualidad a objeto de consumo o la creencia de que la satisfacción o el éxito –sexual en este caso– se consigue aplicando recetas (la base de la literatura de autoayuda).

También existen iniciativas que hacen el esfuerzo por liberar a los jóvenes de las dependencias de sus deseos para que aprendan a amar de verdad (www.gruposolido.org; www.loveandfidelity.org), así como otras que muestran cómo muchos jóvenes sí anhelan una sexualidad realmente integrada por el amor y al servicio del amor (www.soyamante.org).

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