África ya tiene su mercado común

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El Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA por sus siglas en inglés) entró en funcionamiento el 1 de enero de 2021. Se espera que sea no solo un estímulo para los intercambios entre los países de África, sino también un motor de desarrollo.

Las negociaciones habían comenzado en 2012. En 2018, en Kigali (Ruanda), 44 países firmaron el protocolo de adhesión a la AfCFTA, al que actualmente pertenecen 52 en total, de modo que es el área de integración económica más grande del mundo. Solo Benín, Eritrea y Nigeria no han firmado el tratado.

La inquietud en el continente africano por buscar la unión entre los países se remonta a 1963, cuando se creó la Organización de la Unidad Africana (OUA), y desde entonces se han sucedido iniciativas de integración. Actualmente, el continente africano cuenta ocho comunidades económicas regionales. Algunos países participan en más de una. Estas uniones ponen de manifiesto el afán por buscar el desarrollo del continente tras una historia que lo volvió dependiente de las potencias extranjeras.

Buscando beneficios para todos

Son muchas las esperanzas puestas en los frutos del AfCFTA. Por un lado, se busca la cohesión de un continente rico, multicultural y grande como es el africano –tiene unos 1.100 millones de habitantes y se estima que puede llegar a 4.000 millones para 2100–. A esta cohesión contribuirá el intercambio de bienes entre los países. La dinámica que todavía persiste en las naciones africanas es hereditaria de la época de la colonización: sus estructuras económicas están orientadas a vender sus recursos naturales a las exmetrópolis y comprar productos elaborados a los países desarrollados. Este sistema no ha potenciado el desarrollo de la industria africana y se presta a prácticas corruptas y a la evasión de impuestos. El refuerzo del comercio intraafricano puede traer una menor dependencia del mercado global.

La idea no es novedosa. Por un lado, porque se inspira en la Unión Europea y, por otro, porque en el propio continente ya existen una serie de acuerdos regionales de libre mercado. Pero, como señala Artur Colom-Jaén, profesor de la Universidad de Valencia especializado en estudios africanos y de Asia oriental, en un informe en el que se analizan las dinámicas transfronterizas del continente, “en la actualidad, África solo contribuye al 3% del comercio global, y su grado de integración regional es pequeño. Apenas el 15% de las exportaciones africanas van a parar a otros países africanos, mientras que en Europa el comercio entre países de la misma región alcanza el 68%, en América del Norte el 37% y en América Latina el 20%”.

El acuerdo no trata solo de liberalizar el comercio: tiene un objetivo más amplio de transformación económica

La Comisión Económica de la ONU para África prevé que el comercio intraafricano aumente en un 52% gracias al acuerdo. Los países que a corto plazo se verán más beneficiados son Sudáfrica, Egipto y Kenia, que también son los que cuentan con mayor tejido industrial en la actualidad.

El AfCFTA forma parte del programa Agenda 2063 de la Unión Africana y –dice el profesor Colom-Jaén– funcionará más “como un instrumento de cambio que como una mera liberalización comercial”. Según él, la época de predominio del pensamiento neoliberal (desde los años 80 hasta 2008-09), de alguna manera han pasado, y ahora, “los proyectos de integración económica regional ya no tratan únicamente de liberalizar el comercio, sino que también tienen un objetivo más amplio de transformación económica. Es decir, ahora el libre comercio es una pieza, cuando antes era la pieza”.

En el otro plato de la balanza

Pero este acuerdo exige, y a la vez promoverá, una serie de transformaciones en el continente, en especial la construcción de más carreteras y otras vías de comunicación, que faciliten el flujo de mercancías. Se prevé que los primeros favorecidos sean los Estados que ya cuentan con redes de transporte más avanzadas y, por lo tanto, podrán liderar el comercio africano.

A este respecto apunta Colom-Jaén: “Países con estructuras económicas muy débiles como los del Sahel pueden verse perjudicados por la liberalización”. ¿Cómo se podría hacer frente a estos desajustes? El profesor señala como ejemplo los fondos de cohesión que tiene la Unión Europea, que compensan a los países con menos beneficios, pero de momento en el AfCFTA no existen.

Con este acuerdo se eliminan los aranceles sobre el 90% de los bienes. Ahora bien, también hay que tener en cuenta el otro plato de la balanza, como advierte un informe publicado por ICEX España Exportación e Inversiones: “El descenso de los ingresos públicos derivados de los aranceles deberá ser compensado con la movilización de otros ingresos, lo que no resultará fácil para los países del área que ya presentan una débil consolidación fiscal y un endeudamiento creciente. Los aranceles son una importante fuente de estos, especialmente cuando el país no cuenta con un sistema tributario eficaz y desarrollado”.

Más competencia para las pequeñas empresas

Un informe de la ONU señala que “a largo plazo, la liberalización comercial en el AfCFTA reduce los costos comerciales y permite a los consumidores acceder a una mayor variedad de productos a precios más bajos. (…) Sin embargo, la consolidación del mercado puede llegar a costa de que empresas más pequeñas estén expuestas a una competencia más dura”.

En efecto, para que haya un libre comercio justo se aplican unas “reglas de origen” a los productos, a fin de asegurar que proceden de un país miembro del acuerdo y evitar la reexportación de productos de terceros. Señala Colom-Jaén en el informe anteriormente citado que unas reglas de origen muy estrictas pueden ser un obstáculo para pymes, agricultores y pequeños comerciantes, que son la mayor parte del tejido empresarial africano.

Pese a todo, las esperanzas puestas en este acuerdo son muchas. Si, como augura la ONU, en solo dos años el comercio interior africano crece más del 50%, habrá más oportunidades de expansión para las economías del continente.

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