Viajes y exploraciones en el África del Sur

Ediciones del Viento. La Coruña (2008). 792 págs. 25 €. Traducción: Atilano Calvo Iturburu y José Plácido Grande.

TÍTULO ORIGINALMissionary Travels and Researches in South Africa

GÉNERO

Es bueno recuperar, entre lo publicado, en 2008, el inigualable libro del médico, misionero y explorador David Livingstone (1813-1873), no sólo por su valor intrínseco, sino porque arroja mucha luz sobre lo que ocurría en esa mitad del siglo XIX, tan definitiva para lo que ha sucedido después.

En un mundo aún muy esclavista, Livingstone representa una actitud teórica y práctica contra ese signo de barbarie, y lo hace precisamente como consecuencia de sus convicciones cristianas. Quería dar a conocer el cristianismo a muchas tribus del África sudoccidental, pero sólo con el método de la persuasión y de la caridad.

Livingstone es quien descubre para el resto del mundo el lago Ngami, el río Zambeze, las cataratas Victoria, siendo también el primer occidental que atraviesa el desierto de Kalahari.

Era, a la vez, un partidario decidido del progreso de las ciencias. En 1857 escribe que “la religión y la ciencia, lejos de hostilizarse, se dan la mano como amigas y mutuamente se comprueban y fortifican”. Dos años después Darwin publicaría El origen de las especies, que dio pie a muchos a sostener precisamente lo contrario. Y en ese mismo año 1859 escribe Marx la Contribución a la crítica de la economía política, donde se formula por primera vez lo que es la esencia del marxismo: “En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.

La escena histórica, política y social es siempre compleja y variada. Sólo la interpretación, a posteriori, silencia lo que le conviene para presentar un mundo al gusto de las diferentes ideologías. Parecería que Occidente era, a mediados del XIX, una sociedad partidaria del materialismo, sea en clave científico natural (como dedujeron los divulgadores de Darwin), sea en clave presuntamente científico histórica, como quería Marx. Pues por esa misma fecha, Livingstone terminaba su extenso libro con estas palabras: “No he manifestado ni la mitad de los favores recibidos, pero añadiré que nadie tiene más motivo que yo para sentirse agradecido con sus prójimo y con su Hacedor. ¡Y que Dios me conceda que esto me lleve a dedicarme, con mayor humildad aún, a servir al Autor de todas nuestras mercedes”. Cuando escribía estas palabras sabía que muchos millones de personas pensaban lo mismo.

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