Una temporada de machetes

TÍTULO ORIGINALUne saison de machettes

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (2004). 287 págs. 16,50 €. Traducción: María Teresa Gallego Urrutia.

Jean Hatzfeld (Madagascar, 1949) es un periodista francés, corresponsal de guerra del diario Libération. En Una temporada de machetes ha escrito un reportaje insólito sobre el genocidio de Ruanda de 1994, recogiendo información de los propios asesinos. Entonces perecieron, casi siempre degollados o destrozados a machetazos, centenares de miles de tutsis a manos de hutus que respondieron, como en una psicosis colectiva, al odio ancestral del antagonismo étnico.

El libro nace de largas entrevistas con diez aldeanos hutus, jóvenes, que participaron formando una banda en las matanzas de la colina de Nyamata, punto neurálgico del genocidio. En 37 pequeños capítulos, Hatzfeld organiza muy adecuadamente la información de las entrevistas, con otros datos y testimonios orales de más personas implicadas con las víctimas o verdugos de las matanzas.

«Nadie puede confesar toda la verdad, que es tan penosa, ni ahora ni nunca. Nadie puede nombrar con las palabras exactas todas sus fechorías porque se condenaría ante los demás. Y eso es demasiado grave. Pero unos pocos están empezando a contar trocitos terribles para hacer penitencia de la sangre que hicieron salpicar, sin que les importe parecer más merecedores de castigo. Esos van abriendo el camino de la sinceridad. Es algo muy grande», dice en determinado momento Ëlie, uno de los diez entrevistados por el autor.

Hay muchos interrogantes sobre los que el libro no es capaz de dar una respuesta. Jean Hatzfeld tampoco parece intentar querer llegar al quid de una cuestión tan compleja y desquiciada. Pero consigue plasmar con claridad lo que ocurrió, y lo hace sin concesiones a la morbosidad, con la brutal realidad de aquella situación, aunque con la elegancia de quien no desea caer en los tópicos de la sordidez. Por otro lado, al no entrecomillar los testimonios de sus entrevistados -con los que, por otra parte, habló a través de un traductor- pone en las contestaciones una capacidad de comunicación muy elocuente y tersa, con ejemplos y frases mucho más esperables de un buen periodista que de un labriego hutu. Esto puede mermar el valor genuino, pero sirve para enriquecer lo narrado con matices acertados y elegancia literaria.

Ángel García Prieto

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