Una paz solo nuestra

TÍTULO ORIGINALA Separate Peace

GÉNERO

Alianza. Madrid (2004). 245 págs. 6 €. Traducción: Javier Alfaya.

Relato colegial con algunos acentos autobiográficos. John Knowles (1926-2001) obtuvo un éxito resonante con esta su primera novela, pues, enseguida, muchos críticos la pusieron en paralelo con obras escritas poco antes como «El guardián entre el centeno» y «El señor de las moscas». Como ellas, tiene protagonistas jóvenes cuyos problemas, al menos en parte, se derivan de la educación que han recibido y de la situación del mundo que les rodea; como ellas, no fue pensada para jóvenes pero alcanzó enseguida el estatus de novela juvenil que marcó un antes y un después. Aunque Knowles no tiene la categoría literaria de Salinger o Golding, sin duda escribe bien y toca muchas teclas con acierto.

Gene recuerda su estancia en Devon, un internado en New Hampshire, cuando tenía dieciséis años y él y sus compañeros esperaban su próximo alistamiento. Su vida estaba entonces marcada por su amistad con Phineas, o Finny, un compañero con gran capacidad de liderazgo y muchas dotes para cualquier actividad física, en contraste con la seriedad y las cualidades para el estudio de Gene. A pesar de su admiración por Finny, los celos arraigan en Gene y un día provoca un accidente que deja inválido a Finny. Y algunos compañeros se dan cuenta de lo sucedido.

La trama integra de modo coherente algunos elementos habituales en novelas semejantes: amistad juvenil, personalidades contrastadas, un protagonista con «el perfecto encanto de un colegial», los juegos propios de chicos jóvenes que a veces rompen las reglas establecidas y que constituyen un club al que se accede a través de tontos y peligrosos ritos, un amenazante futuro a la espera…

Lo que comunica su mayor atractivo y valor a la novela es el filtro con el que se cuenta todo: pronto queda claro que quien narra no es completamente fiable, que le cuesta reconocer las cosas como realmente fueron, que tanto él como quienes le rodean se autoengañan con facilidad.

El lector concluye que la memoria distorsiona los recuerdos, que no hay modo de acallar la conciencia y la culpa, que el conocimiento de los demás es muy superficial, que no es cierto el tópico de la inocencia de la juventud… Pero, sobre todo, comprende que la verdadera guerra está dentro del corazón, que la maldad nace del interior del hombre.

Luis Daniel González

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