Una cierta justicia

AUTOR

TÍTULO ORIGINALA Certain Justice

GÉNERO

Ediciones B. Barcelona (1998). 475 págs. 3.200 ptas. Traducción: Eugenia Ciocchini.

Tras un paréntesis de algunos años, esta escritora británica retoma su ciclo de novelas policiales protagonizadas por Adam Dalgliesh, detective de Scotland Yard, poeta e inteligente observador de la naturaleza humana. Esta vez el argumento gira alrededor del misterioso asesinato de una mujer, magistrada en el londinense tribunal del Old Bailey, inteligente y ambiciosa.

Como en los mejores escritos de este género, la novela aúna la excitación intelectual que supone la resolución del problema y la fascinación ante el desvelamiento de unas vidas humanas. Estas salen de su aparente normalidad y se muestran bajo una nueva luz, cuando son enfrentadas con el hecho de la muerte y del odio. Curiosamente, el protagonismo de Dalgliesh en esta novela es casi puramente nominal; es su colaboradora, la inspectora Kate Miskin, quien asume el papel de observador principal y enjuiciador de las motivaciones humanas.

El tema de esta ficción es el afecto como forma de amor que el ser humano necesita para desarrollarse. Cuando falta ese amor/afecto, la existencia humana desemboca en tragedia. La inspectora Miskin descubre -para su sorpresa- que ella misma, si hubiera sido privada del afecto de una pariente a la cual nunca apreció, muy posiblemente habría desarrollado la misma catadura moral que la del asesino. La necesidad del afecto familiar no es propuesta al modo de una tesis, sino que se ofrece al lector en forma de vida ficticia quintaesenciada.

P.D. James, como en todas sus novelas, se hace eco de la ausencia de Dios que caracteriza el modo de vivir y las costumbres de los británicos actuales. Ausencia que no pasa inadvertida sino que siempre es sutilmente connotada como tal. En esta ocasión, ello acontece mediante el encuentro de la inspectora Miskin con el párroco Father Presteign -alguien que sabe amar- y el descubrimiento de algo característico en el ambiente del templo cristiano que éste regenta.

José Miguel Odero

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