Un pequeño inmenso amor

Joaquín Antonio Peñalosa

GÉNERO

Ayuntamiento de Lucena (Córdoba) (2002). 87 págs. 8 €.

Hace ya algunos años que Miguel D’Ors (ver servicio 147/01), poeta y profesor de literatura hispanoamericana, a resultas de un juego lírico, «se inventó» un poeta y le llamó Zacarías Zuza, sacerdote navarro para más señas. D’Ors editó y prologó al imaginario Zuza, imitándolo en alguno de sus libros. Aparece ahora un poemario de un descubrimiento de D’Ors, que muchos creyeron otro invento. Peñalosa (1921-2000) -sacerdote, doctor en Letras, profesor de colegio y de universidad, crítico, miembro de la Academia mexicana, predicador radiofónico…- es una de las personalidades más fascinantes del catolicismo hispanoamericano. Aun contando con elogios de Gabriela Mistral o Jaime Sabines, la obra poética de Peñalosa ha llegado a Europa después de su muerte.

Son rasgos predominantes en la escritura de Peñalosa la voluntad de comunicación sobre la expresión críptica; la libertad formal heredera de las vanguardias históricas (simbolismo irracional, ruptura de la gramática, ausencia de puntuación, enumeración caótica, uso del versículo bíblico o de la letanía); la religiosidad viva, sin las solemnidades que suelen devenir en somnolencias; tono lúdico entreverado de sentido crítico; un modo insólito de mirar la naturaleza; la amplitud temática que abarca el problema social (que Peñalosa trata recurriendo a la figura evangélica de Zaqueo, por ejemplo), la muerte (enfrentada con serenidad y esperanza en un magnífico soneto), la naturaleza (contemplada como un análogo defectuoso de la obra humana en «El problema de la vivienda»), la publicidad, la televisión, el chaqueteo político… El libro va de la emoción honda, en primera persona, que asoma del poema titulado «Nostalgia de las bestezuelas que fueron a Belén», a la lúcida ironía de «Retrato de un guerrillero»: «le dolió el pueblo / y se dejó crecer la barba / leyó a Marx, se puso cuello Mao / en su recámara pegó un cartel del Ché / que en español se dice póster / un día recibió su título / empezó a trabajar en la oficina de créditos / se compró dos frascos de lavanda brut».

Un poeta, como se ve, atento a su tiempo, capaz de versos de hermosa y vibrante sencillez, como aquellos de «Receta para hacer una naranja»: «Contrátese a la primavera / para que diseñe los azahares, / es tan imaginativa la modista en velos nupciales, / sólo que trabaja unos días al año».

Gabriel Insausti

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