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Todas las pantallas encendidas

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2017)

Nº PÁGINAS141 págs.

PRECIO PAPEL14,50 €

Vivimos en un tiempo en el que se infravalora el sentido antropológico de la mirada, ese que habla del encuentro entre dos intimidades, la de dos amigos que se miran mientras charlan, la del artista que comparte su mirada con la del espectador a través de la obra de arte. En definitiva, la mirada como encuentro, con frecuencia estático externamente pero vertiginoso en el interior.

El miedo a que dentro de una o dos generaciones no haya ni un niño capaz de mirar una imagen fija, capaz de mirar una fotografía o un cuadro, es la principal razón por la que un artista como Antón Patiño hace una reflexión breve pero profunda sobre la crisis de la mirada, un atisbo de la que podría ser una crisis mayor, la de la persona. Patiño radiografía el proceso por el que atraviesa la mirada hasta su degradación: el mercado y los grandes medios de comunicación, audiovisuales y digitales –solo se salva la prensa escrita–, expropian la realidad construyendo un sucedáneo; detrás de este sucedáneo no hay un “otro” real; al no existir el “otro” se suprime la alteridad –porque existimos en los demás–; si no hay alteridad no hay verdadera imagen; y finalmente, si no hay imagen no hay mirada ni capacidad de mirar.

La capacidad de contemplación se erosiona porque los nuevos códigos de representación están caracterizados por la simultaneidad perceptiva y la imagen-movimiento, algo de lo que ya hablaba Baudelaire cuando proponía el caleidoscopio como ejemplo para representar el nuevo modo de mirar en el marco de la modernidad. La solución pasaba –y pasa todavía– por convertirse uno mismo, como proponía Walter Benjamin, en flaneur, en un “coleccionista de instantes, de esos huidizos destellos de la realidad”.

Ensayista, poeta y artista visual, Patiño ofrece al lector una visión imprescindible, acostumbrados como estamos a solventar el debate “pantallas sí, pantallas no” con un simple “los tiempos cambian y hay que adaptarse”, especialmente en el ámbito educativo. Queda patente a lo largo del libro la repulsa del autor a la lógica del capitalismo, al que acusa de atacar cualquier estructura estable. La globalización basada en un sucedáneo de realidad acaba por colonizar también el interior de la persona.

Patiño ve en el arte y la creación la tabla a la que aferrarse, con la esperanza de que estas dos realidades pueden todavía “dotar de nuevo relieve a la mirada (…) Transformar la planitud de la mirada en plenitud de los sentidos”. Pero advierte que la industria cultural desde hace tiempo no representa el intercambio de miradas que propone el arte verdadero.

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