Vivimos en un tiempo en el que se infravalora el sentido antropológico de la mirada, ese que habla del encuentro entre dos intimidades, la de dos amigos que se miran mientras charlan, la del artista que comparte su mirada con la del espectador a través de la obra de arte. En definitiva, la mirada como encuentro, con frecuencia estático externamente pero vertiginoso en el interior. El miedo a que dentro de una o dos generaciones no haya ni un niño
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