George Steiner (1929-2020) compartía con Walter Benjamin (1892-1940) muchas cosas –por ejemplo, su irrenunciable conciencia judía–, pero pueden reducirse a dos: ambos estaban convencidos de que el trabajo del crítico era necesario para que la obra artística desplegara todo su potencial y los dos tenían el empeño de convertirse en los mejores críticos de su época. Y lo consiguieron. De ahí que en ninguno de los dos casos quepa considerar menores las obras que recogen su valoración de la literatura, el ensayo o el arte coetáneos.
El propio Steiner asumió siempre su papel de mero comentador, con modestia y realismo, sabiendo que la varita de la creación no le había ni siquiera rozado. Se sabe que terminó sus días sumido en una depresión acentuada por el empobrecimiento cultural que detectaba a su alrededor. En este sentido, ¿Tiene futuro la verdad? constituye algo más que una recopilación de textos –inéditos hasta ahora en español–; es, ante todo, un diagnóstico de nuestras deficiencias, del lastre que supone la miopía espiritual provocada por el avance de la tecnología y el eclipse de la verdad.
Steiner el crítico –polígota y culto, cascarrabias, pero sensible hasta el exceso– comenta en los capítulos que conforman el volumen publicaciones importantes –de historia, de ciencia, de filosofía, pues nada era ajeno a este erudito que desafiaba sin despeinarse toda frontera disciplinaria–, pero examina los libros como excusas para que destile esa sabiduría crítica que toma el pulso al transcurrir del tiempo en lo banal, en lo superficial y accesorio. Así, puede ser una biografía de Churchill el subterfugio para glosar la fuerza del genio político; un estudio acerca de las últimas tendencias de la exégesis bíblica, la coartada perfecta para recordar que el misterio espiritual de la Escritura no se decanta en los laboratorios. O la última monografía científica, la ocasión para trenzar de nuevo la ciencia con las humanidades.
La muerte de Steiner, como la de Harold Bloom, entre otros, ha dejado un poco huérfana a la gran cultura. Teniendo en cuenta esto toma más sentido el título de esta recopilación: ¿hay futuro para nosotros, amenazados como estamos por el nihilismo? ¿Quién arremete como Steiner, con ese impulso mastodóntico labrado en el amor al conocimiento, contra la especialización que corroe la universidad, contra el desaliño en la música, contra la puerilidad en la literatura? ¿Quién tiene la talla de gigante que hace falta para combatir las modas estériles y despertar en nosotros el gusto hacia lo noble, hacia las cotas más altas del espíritu?
Ese gusto, es verdad, lo tenemos cada vez más olvidado, atrofiado a causa de nuestro deambular por un ocio saturado de bagatelas. Quizá por este motivo quien se aproxime a este libro se asombre de los ricos matices con que el sabio observa la realidad, y del severo juicio que le merece los errores o los lapsus. Quien ama la verdad no tolera la imprecisión. Aunque Steiner acabara desesperado, este volumen, que es en cierto modo un recorrido por los tesoros espirituales que aún se mantienen en pie, nos conmina a ser más optimistas y a recordar la cultura como lo que es: una conversación ininterrumpida acerca de lo que somos.
Un comentario
Sigo a Steiner. Gracias, Josemaría. En lista para leerlo.