The Corrections

Las correcciones

TÍTULO ORIGINALThe Corrections

GÉNERO

Seix Barral. Barcelona (2002). 734 págs. 23 €. Traducción: Ramón Buenaventura.

Con esta novela, el norteamericano Jonathan Franzen (Illinois, 1959) ha ganado el National Book Award. En este su tercer libro, Franzen cuenta la historia de los Lambert, «una familia normal tal como la conozco yo» -según declaraciones del autor-, que está compuesta por Alfred y Enid, y sus tres hijos: Gary, Chip y Denise. Alfred, enfermo de parkinson, es una persona de trato y atención muy difícil. Enid, también muy peculiar, maniobra continuamente para intentar reunir a los tres hijos en la próxima Navidad. Chip, desquiciado con el sexo, lleva una vida caótica después de haber sido expulsado como profesor de una universidad por tener relaciones con una alumna. Gary, eficaz director financiero, casado y con tres hijos, vive a merced de una mujer dominante y obsesionado con no deprimirse. Denise, jefa de cocina en un prestigioso restaurante, tiene una gran inseguridad afectiva que la conduce a variadas relaciones sexuales. Estas pinceladas avisan de que Las correcciones es una más de tantas ficciones actuales que buscan presentar y afianzar un nuevo paradigma de «normalidad».

La obra de Franzen se puede poner un poco en paralelo con las novelas de Tom Wolfe, con las que comparte la elección de la tercera persona y un punto de vista tragicómico para mostrar las peripecias de sus personajes: tratan de convertir a los lectores en mirones de lo ajeno tal como lo puede hacer el cine más comercial, no pretenden conducirlos a la reflexión profunda, al final todo acaba disuelto en sonrisas de complicidad y el dolor de otros nunca parece algo cercano.

Con menos altura de miras que Ford en El día de la Independencia, es difícil que alguna reflexión coja vuelo, en medio del erotismo pantanoso en el que Franzen chapotea con tanta soltura. Henry James y el mismo Richard Ford dicen que la literatura debe intentar conectar lo que cura con lo que hiere. Franzen no parece tenerlo así de claro.

Luis Daniel González

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