Sugerencias de literatura infantil y juvenil (Navidad 2004)

Esta relación es la continuación de las otras selecciones que figuran en esta misma página web (2002 y 2003). Como en ellas, los libros se agrupan por géneros y bloques de edades.

Cómic

Bill Watterson, «Calvin y Hobbes. Páginas dominicales 1985-1995».

Catálogo de una exposición que contiene páginas dominicales publicadas ya en libros anteriores, pero con el interés de haber sido seleccionadas por el autor y de que van acompañadas de pequeños comentarios suyos, acerca del origen de las idea, o de alguna dificultad que se le presentó al realizarla, o de algún motivo por el que le parece más valiosa. (Ediciones B. 95 págs. Edición bilingüe. 13,41 €).

 

Álbumes ilustrados (clásicos que se recuperan o llegan a España por primera vez).

Eric Carle

Hay una primera edición española de tres extraordinarios álbumes de Eric Carle, clásicos en otros países desde hace mucho. Con sus característicos colages, el autor compone unas historias magníficas, las dos primeras centradas en pequeños animales y en enseñar distintas cosas a los más pequeños, también amabilidad, y la tercera, enriquecida espectacularmente por varias páginas desplegables en distintos sentidos según lo requiera la escena.»El camaleón camaleónico».Un camaleón envidioso de las cualidades de los demás animales se va convirtiendo en un animal grande como un oso polar, hermoso como un flamenco, elegante como un zorro, fuerte como un elefante, divertido como una foca… Pero cuando pasa una mosca y tiene hambre estaba hecho un lío y no puede ca-zarla. Así que desea ser él mismo. (Kókinos. Formato pequeño. Cartoné. 10,50 €).

«La mariquita gruñona»

Una mariquita irascible se pasa todo el álbum buscando contra quien pelear: una avispa, un escarabajo, una mantis, un gorrión, una langosta, una mofeta, una boa, una hiena, un gorila, un rinoceronte, un elefante, una ballena… (Kókinos. 42 págs. Formato grande. 14 €).

«Papá, por favor, consígueme la luna».

Mónica pide a su padre que le consiga la luna. Su padre va en busca de una escalera muy larga, la coloca en la cumbre de una montaña y sube por ella, coge la luna cuando se hace pe-queña y la baja para su hija. (Kókinos. 37 págs. Formato grande. 16 €).

Sibylle von Olfers, «Los niños de las raíces».

Historia en verso de los niños-raíces que, cuando llega la primavera, salen y dan vida a todo y, cuando se acerca el invierno, vuelven bajo tierra. Las ilustraciones modernistas de la ilustradora alemana, una religiosa que fue profesora de arte, sorprenden por su gran naturalidad y por su capacidad tanto para presentar la belleza de la naturaleza como para comunicar un sentido afectuoso al relato. (Ivette Noguera García. 20 págs. Cartoné. 10,22 €).

Elsa Beskow, «Los niños del bosque».

Primer libro en español de Elsa Beskow (1874-1953), considerada una especie de Beatrix Potter sueca. La autora publicó varias decenas de álbumes ilustrados entre los que son muy populares algunos sobre seres diminutos tales como Los niños del bosque, un relato semejante al citado de Sibille von Olfers. Y, como él, es interesante por la fecha de su edición, que hace de su autora una de las pioneras de los álbumes ilustrados tal como ahora los entendemos, y por la categoría de sus acuarelas tiernas y suaves, muy narrativas y que muestran niños naturales y encantadores en la línea de sus contemporáneos, el también sueco Carl Larsson o el suizo Ernst Kreidolf. (ING. 32 págs. 12,96 €).

Margaret Wise Brown, «Buenas noches luna».

Primera edición en España del álbum más representativo de una de las mejores autoras norteamericanas de libros infantiles, todo un clásico que fue saludado ya cuando apareció como un libro perfecto para los más pequeños. En cada página figura un pareado con el que un conejito, acostado ya en su cama, va saludando y dando las buenas noches a todo lo que ve y también a lo que no ve, a modo de ritual tranquilizador de despedida. Y, según avanza el libro, las ilustraciones que muestran todo el cuarto del protagonista van oscureciéndose lentamente. La sensación de afecto y confianza que transmite la historia debe mucho también al trabajo del ilustrador, que alterna dibujos a tinta con panorámicas a color de acuerdo con una cuidada planificación que busca conseguir la máxima narratividad. (Corimbo. 32 págs. 10,39 €).

Gabrielle Vincent, «Un día, un perro».

Recuperación de un álbum sin texto que había sido editado en España en 1985 firmado con el seudónimo de Monique Martin y titulado Había una vez un perro. Un perro es abandonado en una carretera, luego persigue al coche pero lo pierde, más adelante se cruza cuando pasa otro coche y provoca un accidente, luego llega a una ciudad y un hombre lo echa pero un niño lo acoge. Es un relato semejante a otro de Vincent titulado La pequeña marioneta, pero con dibujos a carboncillo más abocetados, definidos en algún lugar como «expresionismo minimalista»: abundan las escenas en las que el perro, dibujado muy pequeño, se ve a lo lejos en la llanura. Es extraordinaria la capacidad que tienen unos dibujos tan sobrios de sugerir soledad y tristeza, y compasión y ternura. (Zendrera Zariquiey. 80 págs. 14,50 €).

Dr. Seuss, «El gato garabato» (Altea. 63 págs. 8,50 €), «¡La de cosas que puedes pensar!» (Altea. 46 págs. 8,50 €).

Primeras ediciones en España de algunos libros del autor infantil norteamericano más vendido de la historia: «el escritor más genial de los que he conocido» según su editor (el mismo de William Faulkner, para los desconfiados). Sus libros, basados en un uso humorístico e inteligente del lenguaje no tienen la misma gracia en castellano pero, en cualquier caso, son excelentes. La historia del gato revoltoso que convierte una tarde aburrida en horas inolvidables es el contenido de «El gato garabato». En «¡La de cosas que puedes pensar!» no hay argumento sino una invitación a dejar volar la imaginación y descubrir sus posibilidades.

 

Álbumes ilustrados para pequeños

Lauren Child, «Soy demasiado pequeña para ir al colegio» (Serres. 32 págs. 14 €), «Nunca jamás comeré tomates» (Serres. 32 págs. 13,50 €).

Nuevo álbum de unos protagonistas ya conocidos, Juan y su hermana pequeña Tolola. Esta vez Juan va explicando pacientemente a Tolola lo bien que se lo pasará en el colegio. Las eficaces ilustraciones humorísticas de aire pop propias de la ilustradora inglesa añaden esta vez un interesante y muy atractivo recurso para el lector niño: en muchas páginas aparece un amigo invisible, un personaje que aguarda en la puerta o bien ocupa un asiento, pero al que sólo se le ve como al trasluz. En el segundo álbum, Juan, cuenta cómo se las arregla cuando tiene que dar de cenar a su hermanita Tolola y enumera los alimentos que a Tolola no le gustan: zanahorias, guisantes, patatas, champiñones, espaguetis, huevos, salchichas, etc., y, sobre todo, los tomates. Con su estilo habitual -colages, dibujos desmañados, personajes siempre parecidos, tipografía cambiante-, la ilustradora inglesa presenta una historia ordenadamente compuesta, visualmente ingeniosa y con un texto simpático que hará las delicias de los vegetarianos y que puede animar a comer a los reticentes.

Saxton Freymann y Joost Elffers, «Vegetal como sientes: Alimentos con sentimientos».

Álbum humorístico que, gráficamente, se puede calificar de genial. Breves textos rimados acompañan distintas fotografías, sobre fondos monocromos, de distintas frutas y verduras talladas con cuchillo y con incrustaciones como frijoles para los ojos y jugo de remolacha para la boca. Unas van aisladas, otras forman una composición de grupo; a veces ocupan una sola página, otras ocupan la doble página. Cada ilustración representa algún estado anímico: confusión, sorpresa, cobardía, malhumor, vergüenza, desconsuelo, cansancio, celos, timidez, etc. (Tuscania. 42 págs. 13,70 €).

Michael Foreman, «Hola, Mundo».

Cuando amanece, un osito despierta a un niño para que salga con él a ver el mundo. Van incorporando a su expedición a distintos animales y, después de recorrer lugares varios, suben a una colina para contemplar el panorama. Ilustraciones alegres, compuestas con acuarelas y pastel sobre dibujos a lápiz, con acentos serenos y una cambiante luminosidad, del azul de la mañana al amarillo del mediodía y a las sombras de la tarde, acompañan un texto sencillo. Álbum para compartir que puede ayudar a transmitir a los pequeños el gozo de que haya tantas cosas por descubrir y disfrutar. (Kókinos. 35 págs. 12,52 €).

 

Álbumes ilustrados para más mayores

Peter Reynold, «El punto».

Una niña llamada Vashti piensa que no puede dibujar y una profesora consigue que supere su complejo. Dentro de los álbumes que intentan despertar y desplegar la creatividad artística del niño, El punto tiene un lugar destacado por la simpatía y convicción con que su argumento habla, de modo sencillo pero inteligente, del valor que puede acabar teniendo un pequeño impulso de ánimo. Las ilustraciones de línea y acuarela, bien secuenciadas, son dibujos expresivos coloreados. Las expresiones de las figuras reproducen bien los sentimientos de los personajes. (Serres. 30 págs. 12 €).

Gabi Swiatkowska, «Me llamo Yoon».

Álbum sobre las dificultades de adaptación a un nuevo país y a un nuevo colegio de una niña coreana llamada Yoon. Ilustraciones con perspectivas sorprendentes y un cierto carácter surrealista, bien compuestas y bien secuenciadas. En ellas se revelan los mundos desconectados en los que vive Yoon al principio y el momento en el que sus barreras internas caen. Álbum de los que logran atrapar los sentimientos de los niños, que se reflejan en las caras de los personajes y que se transmiten a través de la composición y el color de las ilustraciones. El texto, en primera persona, da con el tono justo, sereno y sobrio, como en voz baja, y acierta tanto en lo que dice como en lo que calla. (Juventud. 30 págs. 14,60 €).

Peter Sís, «El perro de Madlenka».

Segundo álbum con la misma protagonista. Madlenka quiere que sus padres le regalen un perro y, en su recorrido alrededor de la manzana paseando un perro imaginario, sus vecinos le cuentan la clase de perro que tuvieron cuando eran niños: el panadero señor Gastón, el bombero señor McGregor, el verdulero señor Eduardo, el músico señor Mingus…, cada uno de un diferente lugar del mundo. Como en el álbum anterior, el lector encontrará ilustraciones ricas que contienen sugerencias artísticas y referencias a las culturas evocadas por los distintos personajes. De nuevo, Sís homenajea la riqueza multiétnica de Nueva York y nos hace mirar con agradecimiento la variedad cultural. En una página final aparecen los dibujos y nombres de muchas clases de perros y se indica cuáles pertenecían a cada uno de los personajes del álbum. (Lumen. 38 págs. 14,90 €).

Janet Wilson, «El faro: historia de un recuerdo».

Viaje que hacen al faro, a medianoche, Sarah y su padre. Las ilustraciones son óleos clásicos y realistas, normalmente de una página completa o de página y media, pero también con escenas más pequeñas para mostrar algo que se afirma en el texto. La canadiense Janet Wilson no ha intentado «fabricar un álbum» sino «ilustrar una historia» y, aunque su calidad como álbum ilustrado podría ser mayor, la historia en sí misma tiene gancho y encanto: el argumento conecta con sentimientos tanto de los adultos como de los niños y las ilustraciones contribuyen a transmitirlos bien. En particular, es destacable cómo la ilustradora recoge los rasgos faciales de la pequeña Sarah. (Everest. 30 págs. 7,93 €).

David Wiesner, «Los tres cerditos».

Interesante versión posmoderna de un cuento clásico, que revela cómo algunos autores de álbumes ilustrados reflexionan sobre las posibilidades de su propio medio y lo «desmontan y vuelven a montar» y juegan a su gusto con las convenciones narrativas y gráficas habituales. La historia comienza como siempre pero los tres cerditos van saliéndose de las páginas y fabrican otra historia pues entran en otros cuentos, y acaban volviendo pero no sin introducir en su relato a un dragón y un gato violinista. Las ilustraciones mezclan dibujo y pintura para revelar en qué plano se desarrolla lo que se cuenta. Con todo, a pesar de la calidad de las ilustraciones y del mérito que tiene como intento, a mi juicio la historia no es especialmente graciosa, salvo algunas escenas como cuando se montan los tres cerditos en un avión de papel que hacen con las páginas del cuento, pero en estos casos lo que resultan simpáticas son más las imágenes que la misma historia. (Juventud. 38 págs. 12,98 €).

Armin Greder, «La isla: una historia cotidiana».

Con dibujos a lápiz que copian obras como las pinturas negras de Goya y El grito de Munch, el autor cuenta la historia de un náufrago que alcanza una isla, un pescador que intercede ante los demás para que se le aloje, y su transformación en chivo expiatorio de los males que afligen a la isla.El autor, un suizo afincado muchos años en Australia, acentúa los trazos y los puntos de vista: los hombres malvados son gordos y oscuros y amenazantes, y son vistos desde la perspectiva del náufrago, al que vemos delgado y blanco y desvalido. Como los expresionistas, el autor ha buscado interpelar al lector y hablarle de cómo puede crecer en un grupo humano el rechazo hacia el extraño, de cómo pueden propagarse los rumores y acabar imponiéndose la brutalidad de unos sobre la pasividad de otros. Frente a tanto angelismo pacifista, no viene mal recordar que lo malo no es la violencia sino la injusticia y que a la violencia injusta es necesario hacerle frente. (Lóguez. 36 págs. 13,08 €).

Wolf Erlbruch, «El águila que no quería volar».

Un aguilucho que se cría con gallinas, patos y pavos, consigue volar como un águila cuando un sabio, después de varios intentos, lo lleva a un monte alto y lo pone frente a frente al sol.Ilustraciones narrativas, sintéticas y en colores planos, que suelen ocupar las dos terceras partes de la doble página. Cabe discutir si serían mejores unas ilustraciones sin toques humorísticos pero, en cualquier caso, Erlbruch logra condensar con acierto el espíritu de la historia. Aunque puede leerse de modo personal, el ghanés James Aggrey compuso su relato como una llamada de atención a los pueblos africanos pues, se nos dice al final del álbum, en su versión original la narración termina diciendo: «Pueblos de África: Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero hay hombres que nos han llevado a pensar como gallinas y todavía pensamos que somos verdaderas gallinas, pero somos águilas. ¡Abran las alas y emprendan el vuelo!». (Lóguez. 32 págs. 13,80 €).

 

Narrativa para niños

Pedro Antonio Urbina, «Cuentos de mar, osos, tigres y panteras».

Nueve cuentos cortitos. Varios tienen sabor de cuento popular con alguna variante, como Aventura en el mar, El marino y la llave o Perro chino rojo. Otros son, más o menos, episodios de vida ordinaria, como El cargador del muelle; o simples escenas cotidianas un tanto transfiguradas y protagonizadas por hombres o por animales, como Compra y vende, Jardín desierto, Preguntas, Los osos. Algunos van subtitulados con «cuentos para escuchar», como Compra y vende, Preguntas y El tigre de Kundarí; los dos primeros, quizá los mejores, se apoyan en diálogos vivos, y el tercero es una historia disparatada contada de modo poético y divertido. Las erratas de la edición no hacen justicia ni a la calidad y riqueza de la prosa ni a la categoría de las ilustraciones, de aire modernista. (Palabra. 93 págs. 5,50 €).

Miguel Angel Mendo, «¡Cierra la boca!».

Marta es una niña que, por un extraño procedimiento, consigue que todo lo que dice se haga realidad, y que dure algo más cuanto más especifica los detalles de lo que nombra. Después de algunos episodios graciosos volverá la normalidad con ayuda de una amiga. Relato con chispa que intenta mostrar la importancia del diccionario y que, cuando se habla de algo, se adquiere un cierto poder de transformación del entorno. (Alfaguara. 130 págs. 6 €).

Julian Press, «Operación Dragón Amarillo y Operación Cetro de oro».

Especie de libros-acertijo protagonizados por la Banda del Regaliz. El autor usa casi al pie de la letra la eficaz fórmula que popularizara su padre, Hans Jürgen Press, en Las aventuras de la Mano Negra, tanto en la estructura de sencillos casos policiacos como en la clase de dibujos tintinescos que usa. Cada capítulo va en la página izquierda y, entre la multitud de detalles que se contienen en la ilustración de la página derecha, hay alguna pista reveladora que los hábiles protagonistas han visto ya: ¿logrará descubrirla el lector antes de seguir leyendo? Los mini-relatos atrapan a los lectores pues lo desafían, le hacen leer con atención, y le impulsan en la lectura hacia delante. (Espasa Calpe. 10,50 €).

Michael Morpurgo, «El reino de Kensuke».

En una travesía en yate que hace con sus padres alrededor del mundo, Michael, once años, cae al agua una noche y sus padres no se dan cuenta. Termina en una pequeña isla donde vive Kensuke, un antiguo soldado japonés, desde hace ya cuarenta años, que al principio le ayuda pero a distancia, y luego entabla con él una relación más estrecha en la que Kensuke aprende inglés y Michael supervivencia y más cosas. Relato contado en primera persona por Michael, diez años después de que ocurriera todo, y que se centra especialmente en la evolución de su relación con Kensuke, además de intrigar al lector sobre cómo llegará el rescate. Tal vez, como suele ocurrir en los relatos del género construidos hoy (y ayer), al autor se le nota mucho su deseo de convertir su historia en una lección de amistad, de respeto a la naturaleza, de rechazo a la guerra. (RBA Libros. 155 págs. 12 €).

Avi, «Crispín: la cruz de plomo».

1377, Inglaterra. Crispín, un chico de trece años es perseguido y, en el camino, tropieza con un juglar a cuyo servicio entra. Aprende habilidades y cambia su visión de la vida pero las cosas se complican cuando la persecución se reanuda y aviva.Novela cincuenta del autor norteamericano, representativa de sus cualidades como narrador, y buena muestra de tendencias y rasgos de mucha novela juvenil actual. Comienzo que atrapa, estructura en escenas cortas, diálogos vivos, personajes principales bien definidos. Los misterios del origen de Crispín y de su persecución están bien planteados. Es tópica la personalidad del juglar aunque funcione bien; está mejor conseguido cómo Crispín tiene dudas interiores a lo Huck Finn, pero es dudoso su asimilación tan rápida de tantas cosas. Están bien integradas en la trama la información histórica y las descripciones de ambientes. Los defectos de la novela son característicos: se simplifica la presentación de la Edad Media, se incluyen frases habituales en películas y ficciones de hoy, se dan mensajes a favor de la libertad que parecen sacados de la guerra de Secesión norteamericana. (SM. 252 págs. 6 €).

Paloma Bordons, «Sombra».

Sombra es el nombre de un pueblo subyugado por un misterioso Señor a quien nadie ve pero que manda con regularidad a sus Soldados para que lo controlen todo. A través de lo que les ocurre a Nulo y Miaja, dos niños, el pueblo se sacude la opresión.Entre los argumentos de fantasía en ambientes paramedievales que se dirigen a públicos infantiles abundan los que recurren a los acentos humorísticos pues si se intenta dar solidez a un relato así normalmente acaba siendo necesario cambiar de público. Sin embargo, Paloma Bordons consigue dar consistencia y atractivo a su relato gracias al acierto en la elección de nombres y apelativos que a la vez hacen gracia y comunican extrañeza, y debido a que la narración está bien llevada e interesa por sí misma y por los significados que se adivinan detrás. En particular, se remite al lector inmediatamente a situaciones que ve a su alrededor cuando se habla del «extravío», una planta que todos toman para sentirse mejor. Sin embargo, debe decirse que la intriga no se resuelve de modo lucido pues los perfiles del malvado Señor se desvanecen en nada. (SM. 188 págs. 6,20 €).

Cornelia Funke, «Igraín la valiente».

Cuando los padres magos de Igraín quedan temporalmente incapacitados para defender su castillo de Bibernel, el malvado Gilgalad y su alcaide quieren conquistarlo para conseguir sus poderosos libros de magia. Igraín debe salir en busca de los ingredientes que su hermano Alberto necesita para deshacer el hechizo que sufren sus padres.Relato con aires de película de dibujos animados, eficaz con lectores pequeños: buena definición de su personaje principal, simpatía, paso rápido, estructura en capítulos cortos, ilustraciones apropiadas. Como es frecuente hoy, una chica es la protagonista de un papel que, en el pasado, sólo desempeñaban los chicos: a sus diez años, Igraín sólo desea ser «caballera» y pelear. Cornelia Funke impregna toda la narración de un humor burlón hacia los elementos característicos del género y demuestra ingenio en los detalles y soltura para integrar elementos dispares. (Destino. 234 págs. 12,50 €).

María Luisa Gefaell, «Las hadas de Villaviciosa de Odón».

Nueva y cuidada edición de un libro que, como los otros de su autora, va ganando peso con el paso del tiempo y ahora vemos como ejemplos de la mejor literatura infantil que se ha escrito en España. María Luisa Gefaell, esposa del poeta Luis Felipe Vivanco y excelente traductora, compuso estas historias para sus hijas, como indica en su prólogo. Contra el fondo de un ambiente rural de la España de los años cincuenta, estos pequeños relatos respiran encanto para cualquier niña o niño buenos lectores y tienen una calidad literaria que los hace atractivos para cualquier lector adulto exigente. Muy recomendable para padres que se planteen también cómo se puede aumentar la profundidad de la riqueza del mundo imaginativo de los niños y enseñarles a observar con asombro y agradecimiento la vida de alrededor. (Anaya. 256 págs. 17,50 €).

David Grossman, «Duelo».

David, doce años, gasta parte de su tiempo acompañando al anciano señor Rosenthal. Conoce su pasado y su rivalidad con otro anciano, llamado Schwartz, con motivo de la relación que ambos tuvieron hace ya mucho tiempo con Edith, una pintora. Cuando Schwartz acusa a Rosenthal de haberle robado un cuadro, la única solución que ambos ven es batirse en duelo. Y David encuentra la forma de pararlo.Relato diferente a lo habitual y a tramos divertido. Como en otras novelas de Grossman con protagonistas jovenes, hay párrafos certeros y se dibujan bien ambientes y personajes, pero la narración chirría con digresiones innecesarias y cuando aparecen personajes o suceden coincidencias que resuelven los problemas en el momento apropiado. A pesar de todo la historia interesa: una vez arrancada, enseguida prende la mecha de saber cómo termina. (SM. 107 págs. 6 €).

Carol Hugues, «Lota bajo el agua».

Tercera entrega de la serie, con las mismas cualidades y defectos de los dos anteriores. Otra vez, después de una riña con su padre, Lota vuelve al Mundo Patas Arriba y ve que la vida de las hadas está seriamente amenazada, según descubre guiada por su amiga Olive: los malvados Pestanes, unos seres horrorosos que huelen fatal, han secuestrado a todas las hadas de la zona y pretenden dejar al río sin agua.La historia, donde las hadas están militarizadas y algunas son agentes especiales actuando en secreto, se puede adscribir a la tendencia de fabricar relatos de acción con chicas como protagonistas. Las cualidades son: personajes simpáticos, argumento tenso, lenguaje cuidado y rico. Los defectos son: que el mundo sea «Patas Arriba» no tiene consecuencias en cuanto comienza la historia; la prolija descripción de algunos pormenores no añade mucho y parece un tanto artificial; es un tanto confuso el nudo del conflicto. Pero quien hay disfrutado de los libros anteriores también gozará con este. (Siruela. 190 págs. 14,90 €).

Elisabeth Mulder, «Las noches del gato verde».

Reedición de un libro que fue redactado al modo en que lo hicieron en los años cuarenta y cincuenta, Elena Fortún con Celia o Borita Casas con Antoñita la fantástica. La traductora y escritora catalana Elisabeth Mulder creó el personaje de Miguelín, diez años, que cuenta cosas de su vida «en una casa grande de un pueblo pequeño». En la primera parte atrapa una serpiente a la que llama Palmira, la instala en su terraza y durante un tiempo le lleva leche a escondidas. Su siguiente intento es demostrar a todos que hay gatos verdes pues él ha visto uno, y entre él y un amigo deciden cortarle un mechón de pelo que les sirva de prueba.El lenguaje coloquial, propio de la España de los sesenta, es rico y expresivo pero no suena extraño. El lector queda enganchado por saber cómo se resolverán los líos en los que se mete Miguelín y sintonizará, si no con todas, sí con algunas de sus actitudes: de rechazo hacia sus hermanas gemelas, atracción inconsciente hacia una niña, de complicidad con su padre, de animadversión hacia el adulto impertinente que pretende darle lecciones… (Siruela. 119 págs. 12,98 €).

Lemony Snicket, «Una academia muy austera». (Lumen. 244 págs. 7,90 €), «El ascensor artificioso» (Lumen. 280 págs. 7,90 €).

Relatos cinco y seis de la serie. En el primero el señor Poe deja a los Baudelaire internos en la Academia Preparatoria Prufrock, dirigida por el subdirector Nerón. En el segundo, los Baudelaire van a vivir con Jerome y Esmé Miseria, una pareja riquísima que vive en un departamento de lujo de un edificio altísimo, pero sin ascensores porque los ascensores no se llevan y los huérfanos si se llevan. Ambos tienen iguales estructura, rasgos estilísticos y recursos humorísticos de los anteriores libros. Pueden, por eso, cansar un poco: los golpes que al principio tenían chispa ya no sorprenden y algunos suenan ya muy autocomplacientes, como si el autor estuviera muy contento de ser tan gracioso. Aun así, y a pesar de que algunos incidentes en sí mismos no hacen gracia de puro ridículos, gustarán a quienes esperan saber cómo terminará todo para los Baudelaire y a quienes disfrutan con el talante guasón del autor que, a veces, sigue siendo genial.

 

Narrativa para jóvenes

Christopher Paolini, «Eragon».

Primer volumen de la trilogía El legado, el mayor éxito actual de la narrativa juvenil en Norteamérica. Christopher Paolini lo escribió cuando sólo tenía quince años. Eragon, un joven granjero huérfano, encuentra una piedra azul que luego resulta ser un huevo de dragón. Cuando poco después su tío es asesinado por los misteriosos Ra’zac, Eragon emprende su busca en compañía de su joven dragona Saphira y del cuentacuentos Brom. El relato tiene frescura y fluidez, a pesar de la multitud de personajes y sucesos. Uno de sus defectos más visibles es la endeblez con que se dibujan los mundos interiores de los protagonistas, comprensible en un escritor muy joven. (Roca Editorial. 648 págs. 21 €).

Cornelia Funke, «Corazón de tinta».

Meggie, de doce años, vive con su padre, Mo, un experto encuadernador de libros. Este tiene un don especial que desconoce su hija: cuando lee un libro en voz alta hace vivir literalmente a los personajes que menciona. Esto le lleva a tener problemas con extraños visitantes como Dedo Polvoriento y Capricornio. Novela extensa e intrigante, contada con convicción, que no habla de personajes que van a un mundo imaginario sino de seres de fantasía que llegan a nuestro mundo y alteran nuestras vidas. (Siruela. 598 págs. 19,90 €).

Lev Tolstói, «Iván el tonto y otros cuentos».

Nueva edición de una recopilación de veintisiete relatos entre los que hay varias versiones de viejos cuentos populares y de fábulas clásicas. Con un claro afán moralista, Tolstói desea inculcar actitudes vitales que le parecen básicas. Hay algunos cuentos más largos y otros, muy cortitos, tan clásicos como la historia del pastor que repite la broma de que viene el lobo, o el viejo dilema de quién pone el cascabel al gato. (Siruela, 128 págs. 13,50 €).

Jakob Wegelius, «Esperanza».

Un tipo con aspecto de duende llamado Halidon, malabarista y acróbata y que se mueve por la ciudad en un monociclo, no encuentra en su casa, cuando regresa por la noche, al Capitán, el antiguo propietario de un circo en el que trabajó un tiempo. Sale a buscarlo y, en su viaje nocturno, encuentra un minúsculo perro callejero que se propone ayudarle a encontrar al Capitán. Acaban lidiando con tipos extraños y llegando al puerto justo cuando acaba de salir un barco llamado Esperanza. Historia singular bien escrita. Están conseguidos tanto los personajes de Halidon y del perrito como los escenarios nocturnos, entre opresivos y oníricos, de una ciudad casi desierta. Se acrecienta el interés según se suceden los incidentes y se tiene la impresión de haber entrado en un mundo en el que cualquier cosa puede suceder. (Siruela. 125 págs. 15 €).

Diana Wynne Jones, «Una vida mágica» (SM. 286 págs. 6,20 €), «Las vidas de Christopher Chant» (SM. 284 págs. 6,20 €), «Los magos de Caprona» (SM. 285 págs. 6,20 €), «Semana bruja» (SM. 285 págs. 6,20 €).

Estas cuatro historias tienen en común la figura de Chrestomanci, nombre que no se refiere a una misma persona sino al puesto, un funcionario del gobierno británico que controla el uso de la magia en el país, personaje central en las dos primeras novelas y secundario pero decisivo en las otras dos.

En la primera, Gwendolen Chant es una joven y presumida bruja con grandes poderes. Ella y su hermano pequeño Eric, conocido como Gato, son recogidos por su importante tío Christopher cuando quedan huérfanos. Gato, que no cree tener talento para la magia, va descubriendo sus posibilidades.

En la segunda, el pequeño Chris, cuyos padres no se llevan bien, tiene sueños cada noche que le permiten viajar de modo real por mundos diferentes que él llama «otrositios». Sus cualidades indican que debe ser la persona que debe desempeñar el cargo de Chrestomanci en el futuro.

La tercera se sitúa en la ciudad italiana de Caprona, donde hay una gran rivalidad entre las casas Montana y Petrocchi, dos grandes familias que controlan el uso de la magia desde muchos años atrás. Cuando son secuestrados los pequeños Tonino Montana y Angélica Petrocchi, cada una de las familias cree que la otra es la culpable. Será la llegada de Chrestomanci la que ponga orden de nuevo.

La cuarta se ambienta en una Inglaterra en la que la magia está prohibida y se condena con la hoguera. En un internado donde hay bastantes huérfanos de brujos un anónimo señala que un chico es un brujo, algo terrible porque puede significar la llegada del inquisidor. Las sospechas se dirigen hacia los menos populares de la clase: la gorda Nan y el huraño Charles. Esta escritora británica, alumna de C. S. Lewis y J. R. R.Tolkien en Oxford, está considerada una de las mejores escritoras de relatos de fantasía de las últimas décadas. Sus argumentos son complejos pero se desarrollan con claridad y, a la vez, presentan con naturalidad convincente la fusión de lo cotidiano y lo mágico. Algo parece haber tomado de su ingenio J. K. Rowling a la hora de presentar conjuros y sus efectos, abundan los excelentes toques descriptivos, presenta oportunas observaciones psicológicas y reflexiones de interés.

Paul Auster, «El cuento de Auggie Wren».

Narración ya conocida del autor que se presenta esta vez con formato de álbum ilustrado. El narrador habla de su amistad

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