Dieciocho grandes obras comparecen en este Retorno a la belleza, desde La Piedad más célebre y lograda de las que esculpió Miguel Ángel –la expuesta en la basílica de san Pedro (1499)– hasta la película Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore. Están escogidas entre creaciones de la literatura, las artes plásticas, la música y el cine. Hay, además de las citadas, cuadros de Velázquez, Millet y Monet; un drama de Shakespeare: La tempestad; novelas de Jane Austen y Balzac –no las más populares–, junto con El desierto de los tártaros y La vida. Instrucciones de uso, el sorprendente mosaico de Georges Perec. Hay composiciones de Mozart, Beethoven, Rajmáninov, Falla y Ravel. Completan el panorama las películas El chico, de Chaplin, Lawrence de Arabia y Matar a un ruiseñor, que se examina también como creación literaria, en la novela original de Harper Lee.
Naturalmente, la selección responde a la sensibilidad personal del autor. Pero precisamente esto es lo que la avalora. Antonio R. Rubio se detiene en obras que ha contemplado largamente y que le despertaron el deseo de comprenderlas a fondo. Al hacernos partícipes de sus indagaciones y sus reflexiones, no da simpe información complementaria. Hay en su libro mucho más de experiencia que de erudición.
Está justificado que el subtítulo sea “Grandes momentos del arte, la música y la literatura”. En efecto, cada obra es comprendida a partir de su “momento”: el proceso de su creación en la vida del autor. El artista, el músico, el escritor, cuando logra la auténtica belleza, deja tanto de sí en su trabajo, que necesariamente se retrata en él, de modo más o menos expreso. Por eso, la contemplación de Antonio R. Rubio es biográfica. Nos lleva a calar en el Concierto para piano y orquesta n. 2 adentrándonos en la depresión de Serguéi Rajmáninov, a ver en La piel de zapa la pasión suicida de Honoré de Balzac por el éxito, a entender El chico por la difícil infancia de Charles Chaplin.
La atención a las vidas de los autores lleva a Antonio R. Rubio a los escenarios de sus creaciones, que en bastantes casos ha pisado. También en esto hay mucho de experiencia. Es muy iluminador, a la vez que delicioso, visitar con él los edificios parisinos donde vivió Perec, el campo de Barbizon que Jean-François Millet pintó en El Angelus o el hotel de Sevilla donde David Lean rodó algunas escenas de Lawrence de Arabia.
Desde luego, Retorno a la belleza ayuda a apreciar las cumbres del arte, la música y la literatura. Pero más aún transmite la vivencia de dejarse impresionar por ellas.