Jorge Freire (Madrid, 1985), filósofo, escritor y colaborador en diferentes medios de comunicación, es hoy día una de las voces más agudas y originales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el pensamiento contemporáneo. Posee una extensa y curiosa erudición a la que sabe sacar partido con conexiones imprevisibles y, además, tiene un amplio conocimiento de los clásicos, de la mitología y de la historia del pensamiento. Todo esto se traduce en ensayos escritos con un estilo limpio, agradable, sugerente, que ensancha el horizonte con una amena profundidad.
“Lo que antaño fue estandarte de virtud es hoy moneda gastada, papel sin rúbrica, letra muerta”. Con estas palabras enmarca el tema de su nuevo ensayo, en el que analiza el uso y el valor de la palabra desde la antigüedad a la sociedad actual. Si antes el empleo de la palabra tenía una fuerza vinculada estrechamente a la conciencia, al “honor” y la “honra”, ahora la palabra ha perdido su valor porque toda la realidad, individual y social, está sometida a la tiranía del relato interesado y al desinterés por encontrar la verdad. “Cuando todo es discutible –escribe Freire–, no hay más verdad que la más cínica lucha por el poder”.
Freire aborda el tema desde diferentes puntos de vista y enfoques, yendo a las fuentes y explicando la evolución de términos como honor, honra o fama, que, quizás, han aguado su significado en la actualidad. En todo momento recurre a los clásicos griegos y latinos, y a muchos filósofos y escritores, con citas redondas como esta de Séneca: “Quien pierde el honor ya no puede perder más”. Su análisis se vale de muchos ejemplos para explicar comportamientos y actitudes actuales, excelentemente descritas con originales imágenes.
Al igual que en su anterior libro, Los extrañados, en el que trazaba unos originales perfiles literarios de Edith Wharton, Wodehouse, José Bergamín y Vicente Blasco Ibáñez, vuelve Freire a desplegar su capacidad de análisis y de crítica para sacar punta sociológica, costumbrista y filosófica a cuestiones aparentemente secundarias que le sirven para destacar algunas tendencias del mundo actual, claramente encaminadas a confundir los valores humanos y a degradar el peso de la conciencia. Por eso escribe que “cuando damos nuestra palabra de honor, ponemos nuestro entero respeto en ella: se establece un compromiso en el que nuestra palabra es garantía suficiente de cumplimiento”. Aunque ahora, en la época de la posverdad y la desinformación, hasta conceptos tan ciertos y redondos son groseramente manipulados.
