Hay pocos filósofos que ejerzan tanta atracción como Nietzsche, ese vástago del luteranismo que se propuso acabar con la trascendencia, y también pocos tan sugerentes, tan dramáticos y tan expresivos. Su filosofía partió a “martillazos” la historia del pensamiento, de acuerdo con su augurio, y aun hoy resuena, cada vez más lejano, cada vez más tenue, el torrente incontenible de sus aforismos en sus herederos posmodernos. No le falta razón a Rüdiger Safranski cuando, en esta edición ampliada de su
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