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Mi madre era de Mariúpol

TÍTULO ORIGINALSie kam aus Mariupol

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2019)

Nº PÁGINAS312 págs.

PRECIO PAPEL23,95 €

PRECIO DIGITAL10,99 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO

Traductora, intérprete y novelista, Natascha Wodin (Baviera, 1945) desconoce casi todo de sus orígenes familiares y de la vida de sus padres, trabajadores soviéticos que fueron deportados a Alemania en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Diez años después de su nacimiento, su madre falleció, y ella y su hermana pequeña fueron trasladadas a una residencia católica.

De su padre, solo comenta que falleció en 1989 en una residencia. En numerosas ocasiones, había intentado averiguar algo de sus raíces y de la vida de sus padres antes de su nacimiento, pero “no había conseguido hallar ni un asomo de rastro, una prueba” y, desolada, abandonó la búsqueda.

Sin embargo, las cosas cambian de manera radical en 2013, cuando un día vuelve a introducir el nombre de su madre en una de las muchas organizaciones rusas que se dedican a rastrear la vida de miles de personas desaparecidas durante la dictadura soviética, y se encuentra con una sorpresa: una de esas personas voluntarias, Konstantín, le envía los primeros datos que consigue encontrar de su madre, de la que solo sabía hasta ahora que procedía de la ciudad ucraniana de Mariúpol.

Ese correo es la puerta de entrada en un mundo familiar totalmente desconocido. De correo en correo, de favor a favor, gracias a la constancia de Konstantín y a su perseverancia, Wodin comienza a reconstruir el árbol genealógico familiar.

En su primera parte, pueden resultar algo confusas la aparición y desaparición de tantos familiares, de los que se aportan los datos imprescindibles para la investigación. La parte más interesante, y más desconocida, llega cuando sus padres, que se casaron en 1943, fueron trasladados a Alemania en 1944, como trabajadores forzados, a una fábrica de armamentos.

Wodin reconstruye la vida de su madre en la fábrica hasta el final de la guerra. Luego, decidieron no regresar a su país, pues sabían –como sucedió a los que lo hicieron– que no iban a ser bien recibidos en la URSS y que, aunque habían sido deportados por la fuerza, serían tratados como traidores. De Leizpig se trasladaron a la ciudad de Núremberg, donde vivieron años en un cobertizo, luego en un campo de trabajadores del Este y después en una colonia, levantada como un gueto donde alojar a muchos de esos deportados.

Este complicado proceso de búsqueda de sus raíces lleva a la autora a realizar un doloroso trabajo de introspección personal para asimilar todas las historias familiares que iban saliendo a la luz. Pero lo más importante es que lo que descubre y cuenta en este libro le sirve para entender, comprender y querer más a “mi pobre, pequeña y enloquecida madre”.

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