A finales de la década de los 50, en Nueva York, dos chicos: Hoo y Ricky, y una chica, Mellie, se conocen al ser elegidos para encargarse de la revista literaria del instituto. Años después, Hoo vierte en una carta dirigida a Mellie, convertida en su mujer, sus recuerdos de aquel día hasta el momento presente. El motivo de la misiva se le desvelará al lector al final de la propia novela-carta.
Hoo recoge unos años convulsos, intensos, llenos de contradicciones: el macartismo, la revolución de los 60, la guerra de Vietnam, sus amistades e ideales políticos, sus primeros años de casados, su trayectoria profesional.
A lo largo de su relación se enfrentan a decisiones que, como en un laberinto, condicionan sus pasos posteriores: el aborto, la fecundación in vitro, la adopción. Los vemos dudar, arrepentirse, mostrar su perplejidad y desconcierto. Puede que no estemos de acuerdo con ellos, pero hay que reconocer que Halkin plantea los dilemas de una forma honrada.
El otro amigo, Ricky, tercer vértice del triángulo amoroso de los protagonistas, toma una peligrosa deriva hacia las religiones orientales que provoca situaciones tragicómicas. Es una muestra más del ansia de plenitud que tienen los personajes de la novela y que tratan de saciar en distintas fuentes como el arte, la filosofía o la religión.
Hoo es profesor de Filosofía y Mellie ha trabajado durante años en una tesis sobre Keats. Los diálogos son chispeantes, inteligentes, con citas cultas: Homero, Hume, Heine. Como dice unos de los protagonistas: “La licenciatura me habría enseñado a honrar a los antiguos y me habría librado de la arrogancia que acompaña a quien ignora su existencia”. Halkin presenta la literatura en general y los relatos en particular como una brújula con la que orientarse por el desdibujado mapa de la vida, una referencia necesaria para entendernos a nosotros mismos.
Es una pena que cargue la mano a la hora de describir la intimidad sexual de los protagonistas; que, en ocasiones, los diálogos sean descarnados, y que la traducción incluya expresiones blasfemas inexistentes en el original. Sin duda, reflejan una mentalidad pero hubiera conseguido un resultado todavía más deslumbrante sin esas concesiones al mal gusto. El autor retrata una generación sin referencias morales claras en una poderosa y sugerente novela que aborda temas de gran calado como el valor de la fidelidad matrimonial o la necesidad del perdón.
No ofrece soluciones de fácil digestión. Pero se acerca a la naturaleza de la persona, a su interioridad, con una profundidad muy superior a la que se despacha en otras novelas convencionales.