Los hijos de Húrin

Minotauro. Barcelona (2007). 282 págs. 19,95 €. Traducción: Estela Gutiérrez.

TÍTULO ORIGINALThe Tale of the Children of Húrin

GÉNERO

Tiempos de la Primera Edad, mucho antes de lo que se cuenta en El Hobbit y El Señor de los Anillos, un mundo sin hobbits en el que conviven elfos y hombres que luchan contra los orcos de Morgoth. En la terrible Batalla de las Lágrimas Innumerables, después de derrotar a los ejércitos de los hombres y de los elfos, Morgoth captura como prisionero a Húrin, uno de los jefes de los hombres, y lo deja con vida. A partir de aquí, el protagonismo lo tendrá Túrin, el hijo de Húrin, un niño de doce años al que su madre mandará con los elfos de Doriath, donde crece protegido y se convierte en un temible guerrero.

Esta historia, que había sido ya publicada en versiones más breves, aparece ahora en una reconstrucción preparada por el hijo de Tolkien a partir de los borradores más extensos y de los pasajes esbozados que había dejado su padre. En los apéndices se cuenta todo el proceso y se resalta que, según la mente de Tolkien, ésta era una de las tres grandes historias de los Días Antiguos. La edición es magnífica, también por las poderosas y sugerentes ilustraciones de Alan Lee, pero, en mi opinión, mejor sería que no hubiera explicaciones previas y dejar a la historia sostenerse por sí sola, que lo hace muy bien.

Sea cuales sean las intervenciones de Christopher Tolkien en los textos originales, además de algunas conexiones entre sus tramos, lo cierto es que la novela tiene la potencia y la magia narrativa propias de Tolkien. Luego, Túrin es un protagonista de los que llenan todo el escenario, y cuyas acciones, valerosas y altaneras a la vez, van configurando su futuro de modo fatal. Le rodean una gran variedad de personajes y seres inolvidables, como el elfo Beleg Arcofirme, o el sarcástico Enano Mezquino Mîm, o el dragón hechicero Glaurung, entre otros. Son muchos y ricos los matices en las conversaciones y en los comentarios al paso que formula un sabio narrador, que cuenta los hechos con voz solemne y acentos de crónica, que hace descripciones precisas, sobrias y poéticas al mismo tiempo, sin énfasis ni adjetivos superfluos.

En cuanto a los contenidos conviene advertir que se trata de un relato profundamente trágico y violento con resonancias míticas y en el que no hay cabida para el humor.

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