Publicada en 2007, Los errantes, de Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962), aparece en España pocas semanas después de que se concediera a su autora el Premio Nobel de Literatura (ver Aceprensa, 14-10-2019). Con este libro misceláneo, la escritora polaca consiguió, en su traducción inglesa, el Premio Man Booker International 2018. Se trata de una obra de mucho más fuste literario que Sobre los huesos de los muertos, novela publicada en español por Siruela en 2016.
El libro reúne textos de diferente contenido, estilo y forma, una especie de baúl donde la autora ha almacenado tanto relatos como pasajes memorialísticos y reflexiones personales y literarias sobre muchos asuntos. De hilo conductor sirven, hasta cierto punto, las referencias a viajes y algunas curiosidades que tienen que ver con la anatomía forense. Sobre estos temas, la autora acumula comentarios, anécdotas, chispazos íntimos y referencias biográficas, además de introducir dentro de la narración relatos que podrían haber aparecido por separado.
Sobre los viajes, incluye textos que se apoyan en experiencias personales y otros que proceden de su formación literaria e intelectual. Con ellos se plantea realizar una teoría del viaje que tiene connotaciones vivenciales y existenciales, como se puede apreciar en uno de los relatos, que se desarrolla en tres partes del libro, de manera discontinua. Es la historia de un viaje, que tendrá consecuencias imprevistas, emprendido por un matrimonio y su hijo pequeño.
Otro hilo, aunque no muy claro, es la fascinación de la autora por todo lo relacionado con la anatomía. Alrededor de este eje temático aparecen apuntes, historias apenas esbozadas, recuerdos oníricos, narraciones que a veces no acaban de encajar en sus bloques argumentales. Hay también relatos, incluso extensos, que desarrollan algunas de esas ideas, como los que llevan por título “Viajes del doctor Blau” y “La historia de Philip Verheyen escrita por su discípulo y confidente Willem Van Horssen”. Ahí Tokarczuk cuenta la disparatada vida de un anatomista flamenco y reúne cartas de Joséphine Soliman a Francisco I, emperador de Austria, en las que pide que sepulten el cuerpo de su difunto padre, una persona de color, que fue disecado y expuesto en el Gabinete de Curiosidades Naturales de su Majestad Imperial.
Especialmente interesante y de gran calidad literaria es el relato que da título al libro, “Los errantes”, la dramática historia de Ánnushka, una joven rusa que vive en Moscú, casada y con un hijo enfermo, que de manera inesperada decide dar un conmovedor giro a su vida. También destaca un relato sobre la muerte de Chopin y otro que protagoniza un catedrático de griego ya anciano. A ellos hay que sumar algunos textos autobiográficos de la autora, en los que habla de sus padres, sus estudios universitarios, sus primeros trabajos y sus frecuentes viajes. En uno de los relatos, protagonizado por una científica y un antiguo novio, la autora incluye una defensa del suicidio asistido; en otros pone el foco, de manera sarcástica, en algunas costumbres religiosas.
Al reunir textos tan dispares, el libro adolece de falta de unidad, pero está muy bien escrito, sobre todo algunos pasajes en que la autora muestra la versatilidad de su prosa.