Lituma en los Andes

Mario Vargas Llosa

GÉNERO

Planeta. Barcelona (1993). 312 págs. 2.200 ptas.

La historia ganadora del Premio Planeta 1993 está protagonizada por el cabo Lituma de la guardia civil peruana, un personaje que el autor ya utilizó en La Casa Verde y en ¿Quién mató a Palomino Molero? Este joven reflexivo aparece ahora destinado en un remoto rincón de la cordillera andina, acompañado de un adjunto, Tomás Carreño, y rodeado de una población que desconfía de él y que vive silenciada por el miedo a los ataques del omnipresente Sendero Luminoso, cuyos comandos aparecen de modo inesperado, sembrando el terror.

La acción comienza cuando ambos personajes investigan la misteriosa desaparición de tres individuos; Lituma no sospecha tanto de los terroristas como de los habitantes del lugar. El argumento se desarrolla al hilo de las pesquisas que llevan a cabo los dos guardias, alternando con otra línea narrativa: por las noches, mientras descansan, Carreño cuenta a Lituma su trágico amor por la joven amante de un traficante de droga. Ambos planos conforman, desde distintos ángulos, la visión del autor sobre la violencia que sufre el país y el abandono que experimenta la población indígena andina, tras siglos de pobreza, ignorancia y alcoholismo.

Lejos de suponer un cambio en la trayectoria creativa de Vargas Llosa, la novela repite esquemas anteriores, con algunos añadidos circunstanciales, como el papel preponderante que concede a la amenaza senderista. Pero hubiera requerido una elaboración más profunda y una matización expresiva que diera auténtica fuerza al estilo.

La mezcla de elementos narrativos sociales, políticos, costumbristas e incluso sentimentales, aunque sean de un romanticismo muy degradado, produce un efecto superficial atrayente por su variedad. Pero acaba por descubrirse que no están bien entramados, quizá por la precipitación del autor para conducirlos a un desenlace común. El estilo, que alterna lo culto y lo popular de un modo poco equilibrado, no alcanza la riqueza que otras veces ha llevado merecidamente a Vargas Llosa al lugar de honor que ocupa en las letras hispánicas. La novela permite apreciar la seguridad técnica de Vargas Llosa, pero se echan de menos los grandes momentos de inspiración artística que cabría esperar de él.

La ingenua vulgaridad de la pasión erótica de Tomás Carreño y las tortuosas implicaciones del caso de los tres hombres desaparecidos se resuelven una de un modo absolutamente convencional y la otra con una repulsiva orgía de paganismo ancestral, salvaje y caníbal, descrita en términos muy crudos. Ambas componen un panorama desolador de degeneración espiritual y humana, expresado con un realismo impresionante, pero que no ha sido depurado lo suficiente para elevarlo a categoría estética.

Pilar de Cecilia

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