La tentación de lo imposible. Víctor Hugo y «Los Miserables»

Mario Vargas Llosa

GÉNERO

Alfaguara. Madrid (2004). 223 págs. 16,50 €.

Es este ensayo una versión ampliada del curso que Mario Vargas Llosa dictó en la Universidad de Oxford en 2004 sobre «Los Miserables» de Víctor Hugo. No tiene tono académico; su lectura resulta sencilla, y es de fácil comprensión por su claridad. Sus comentarios, pormenorizados, están documentados y son amenos y enriquecedores.

El título, «La tentación de lo imposible», es al mismo tiempo una cita de Alphonse de Lamartine y lo esencial de su crítica a la novela. Dice que Víctor Hugo propone al lector un «ideal no definido» y, a pesar de eso, con su genial talento expositivo, engaña al lector, y le hace caer en «la tentación de lo imposible»: la Arcadia feliz -e indefinida- en esta tierra.

Junto a eso, Lamartine achaca a Hugo el confundir la naturaleza humana con la sociedad, a la que atribuye en abstracto la culpa de todos los males; Hugo parece olvidar que hay una importante responsabilidad personal, individual. Estas son las ideas más hondas y certeras del libro. Para Vargas Llosa, en lo político y social «Los Miserables» es un libro caduco, que no tiene valor histórico ni aun en las situaciones que describe. Coincide con tantos críticos al calificar las teorías del narrador omnisciente de «palabrería y nadería». Aplaude, eso sí, su genial capacidad de ficción y seducción literarias.

Para un aficionado a la literatura, para un escritor, tiene un interés añadido leer este comentario crítico de otro escritor, reconocido internacionalmente. En especial, la presentación del modo en que está estructurada «Los Miserables», señalando el papel protagonista no tanto del famoso Jean Valjean, sino del mismo Víctor Hugo-narrador.

Gracias a su potencia narrativa, Hugo entra y sale de la acción, la detiene escribiendo largos capítulos teóricos, pone en práctica la que Vargas Llosa llama la ley de la casualidad, que es la constante inverosimilitud de acciones y presencias de personajes. Sólo la maestría narrativa de Hugo hace que el lector «lo trague» sin rechistar. Queda la aventura: lo que el cine, el teatro, el musical han seguido recreando hasta hoy: el folletín sentimental a lo Sue.

En «Los Miserables» Víctor Hugo es un deísta, anticatólico y acristiano, determinista y maniqueo, pero sobre todo «no definido» y confuso en materia religiosa, palabrero. Por su parte, Vargas Llosa, al comentar y alguna vez pretender rectificar esos errores, desliza otros nuevos; manifiesta no conocer del todo bien la fe, la moral y la teología común del catolicismo.

Pedro Antonio Urbina

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.