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La mujer de blanco

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThe Woman in White

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2023)

Nº PÁGINAS640 págs.

PRECIO PAPEL37,50 €

PRECIO DIGITAL12,34 €

GÉNERO

La mujer de blanco (editada otras veces como La dama de blanco) es una de las novelas más populares del siglo XIX, y por méritos propios. Por eso siempre es una buena noticia que se reedite, y más si se hace con tanto mimo como el que ha demostrado la editorial Alba.

No resulta fácil clasificar la obra dentro de un género. Sobre una trama de intriga que mantiene al lector en vilo desde las primeras páginas, se desarrolla una novela romántica, de aventuras, de terror psicológico por momentos, y todo mientras se va dibujando, con sutileza, pero sin el exceso de psicologismo tan en boga en la época, el retrato de unos personajes inolvidables.

Robert Wartright, el narrador de gran parte de la historia, es un joven que está comenzando su carrera de pintor. De buenas a primeras, recibe una oferta para ejercer como profesor particular de dos jóvenes hermanastras que pertenecen a una familia aristocrática. La noche antes de llegar, mientras pasea por una carretera desierta, se encuentra con una misteriosa mujer vestida de blanco, que parece presa de un terror que la angustia, pero cuya causa no quiere revelar.

Según avanza la trama, Wartright descubrirá que el pasado de esa dama esconde una amenaza para su propia vida y la de las hermanastras; especialmente para la más joven, Lady Glide, de quien se enamora perdidamente, y cuya belleza guarda un enigmático parecido con la de la mujer de blanco. Se trata, sin embargo, de un amor imposible: Glide se ha prometido con un joven de intachable reputación que, a primera vista, resulta un partido inmejorable. Con él llega a la mansión un conde italiano, capaz de engatusar a todos con sus refinados y estrafalarios modales, pero en el que se adivina una voluntad implacable.

Collins maneja el tempo de la intriga como un experto director de orquesta: los remansos de la trama amorosa se intercalan con los crescendos de la investigación “policiaca”. Además, el cambio de narrador aporta una refrescante variedad de estilos, y contribuye a mantener el suspense, pues lo que unos omiten o dejan en la sombra, lo cuentan otros, a veces con puntos de vista contrarios, de manera que queda al lector la tarea de filtrar la información.

Quien disfrute con la literatura de Dickens lo hará igualmente con la de Collins. Ambos, íntimos amigos, son los dos grandes pintores de la sociedad victoriana; ambos unen a su observación importantes dosis de sana ironía (aunque el tono de La mujer de Blanco es más serio y solemne que el de La piedra lunar, la otra gran novela de Collins). Y ambos son, sobre todo, dos amenísimos contadores de historias.

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