La esperanza más grande

TÍTULO ORIGINALDie grössere Hoffnung

GÉNERO

Minúscula Barcelona (2004). 284 págs. 16 €. Traducción: Adan Kovacsics.

Partiendo de hechos autobiográficos, Ilse Aichinger (Viena, 1921) compone un relato de la caída de Viena durante el nazismo, un relato muy especial. No hay fechas, no hay datos, ni aparentemente acciones de guerra. Están presentes el bien y el mal, como lo están en todas las historias que se narran desde que se narran historias. Casi como en un cuento, visto por los ojos de la pequeña Ellen, el relato se construye hilvanando imágenes que tienen en común la inocencia y no la brutalidad, la sencillez de unos niños capaces de adaptarse a las circunstancias más sórdidas como si se tratara de un juego nuevo. La autora deja espacio al lector para interpretar cada capítulo, arrojando preguntas al azar, comentarios que no tienen respuesta porque no hay más respuesta para las víctimas que esa esperanza a la que apela el título.

La violencia, casi nunca explícita, está presente de una manera periférica, dispersa por los márgenes, espiando cada acción de los niños. La narradora, consciente de que sus lectores ya están saturados de imágenes y relatos de guerra, se entromete sutilmente para conseguir que la perplejidad de los protagonistas ante una amenaza hasta entonces desconocida denote inocencia pero no infantilismo.

La esperanza más grande no es un libro impresionista, aunque muchos pasajes polifónicos o de carácter onírico requieran una lectura pausada para capturar el hilo narrativo. Pero una vez que se entra en el universo que presenta la autora, las historias intercaladas, las canciones, los sueños infantiles se ensanchan como metáforas, tan poderosos que cobran consistencia al margen del conjunto y a la vez tan bien pensados que son insustituibles en la progresión de la novela.

Ellen crece en el libro; al final puede no sólo dar sentido a lo que ocurre sino también comprenderse mejor a sí misma: perdonar a sus enemigos, aprender a estar sola… Incluso hay espacio para una breve historia de amor, apenas esbozada, pero tan consistente como si fuera el argumento principal, una historia que en palabras de Ellen, «dura de ayer a mañana… el tiempo que nos quedamos todos».

Esther de Prado Francia

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