Cuando, en agosto de 2008, el mundo estaba entretenido con las Olimpiadas de Pekín, el ejército ruso aprovechó para golpear a Georgia por una torpe acción del Gobierno de este país en la región de Osetia del Sur. Apenas unos meses antes, los georgianos amagaban con entrar en la OTAN, pero Moscú, con su ataque del verano, alejó esa posibilidad y marcó terreno: una suerte de “hemos vuelto” con el que pretendía vengarse de las humillaciones sufridas por el país en la década de los noventa.
Según explica en La era de la revancha el periodista Andrea Rizzi, analista de temas internacionales en el diario El País, aquella agresión fue solo la expresión –la primera en el campo militar– de esos deseos de desquite, sin límites ni reparos, que tanto R…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.