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La cabina mágica

TÍTULO ORIGINALThe Phantom Tollbooth

GÉNERO

Anaya. Madrid (1998). 256 págs. 1.700 ptas. Traducción: Alberto Jiménez Rioja.

Después de Alicia en el País de las Maravillas y de Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, se han escrito excelentes relatos de non sense, como por ejemplo, y sólo citando la tradición anglosajona, El mago de Oz, Peter Pan, Mary Poppins… o los más recientes Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, y El paquete parlante, de Gerald Durrell. Pero aunque cualquiera contiene personajes, situaciones y golpes de ingenio memorables, todos son deudores de las obras de Carroll.

Si el primer puesto en este tipo de literatura lo ocupa la obra de un brillante matemático, en la disputada competición por el segundo destaca un relato publicado en 1961 por un arquitecto norteamericano y que aparece ahora por vez primera en castellano en una cuidada edición con expresivas ilustraciones. La cabina mágica presenta, con originalidad y humor poco comunes, el conocimiento como aventura a través de las peripecias de Milo, un chico de diez años. Sus aventuras sirven al autor para hablar sobre el costoso proceso de hacerse mayor y la difícil búsqueda de identidad del niño que debe hacer frente a un arbitrario mundo adulto.

Milo lleva una vida aburrida hasta que un coche de juguete y una especie de cabina de peaje lo conducen a un viaje sorprendente por el reino de Sabiduría, sumergido ahora en una dolorosa guerra civil. Milo pasa por lugares con nombres tan significativos como Las Expectativas, la Murria, Diccionópolis, el Bosque de los Puntos de Vista, las ciudades de Ilusiones y Realidad, el Valle del Sonido, la Isla de las Conclusiones… Realiza este viaje con la compañía de Toc, un cronocán o perro cuyo cuerpo es un reloj despertador, y el Embaucador, un insecto tipo escarabajo. En su periplo conoce a seres tan alucinantes como el Dodecaedro, capaz de resolver incluso lo absurdo. El protagonista debe superar también a enemigos tan temibles como el Terrible Trivial, «ogro del esfuerzo derrochado y monstruo del hábito», o los tres demonios del Consenso, «uno, alto y delgado; otro, bajo y rechoncho, y el tercero, exactamente como los otros dos».

Al fin de su viaje, Milo sabe que es mejor equivocarse con razón que acertar sin ella, que los castillos en el aire no dejan de ser cárceles por muy bonitos que sean, que con frecuencia lo que puedes hacer es sencillamente lo que quieres hacer y, sobre todo, que hay cosas que son posibles si no sabes que son imposibles…

Juster hace compatible la claridad con la sutileza, y la sátira con la cordialidad. Sus enseñanzas, ingeniosas e inteligentes, comunican siempre significado y diversión. Por su mensaje, calidad e intención, este libro excede los a veces férreos límites de la literatura infantil y juvenil. O sea, un libro sin adjetivos.

Luis Daniel González

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