TF editores. Madrid (2002). 309 págs. 25 €.
Como puede sostenerse que una pintura de Vermeer es “protestante”? ¿Qué tienen de protestante una mujer leyendo una carta frente a una ventana, un paisaje urbano sereno, el silencio de una casa que se asea? Para Bozal, el protestantismo de este arte consiste en reflejar la “vida corriente”, frente a la de personajes de vida atípica, como los eclesiásticos, y en poblar las reproducciones de las nuevas iglesias desornamentadas por la Reforma con anécdotas que en el mundo católico serían irreverentes.
Vermeer -quien, sin embargo, se hizo católico al contraer matrimonio- y los otros pintores de Delft dan un giro desde la pintura de género -aquella que representa escenas populares- hasta la alegoría entendida a la manera nórdica, esto es, que tiene en cuenta tanto la capacidad simbólica de las figuras como las figuras mismas: son dos cosas a la vez y por entero, mientras que en el barroco católico, el símbolo y la admonición priman. La distinta mirada a la que quiere llevarnos Bozal -y que nace en ese momento- es el objetivo de su exposición, vertebrada como una serie de clases con introducción contextualizadora y desarrollo a través de los motivos tratados por ese autor de pintura críptica y silenciosa, sobre todo silenciosa.
Si por “enseñar a ver” podemos entender, parcialmente, revivir inexorablemente lo explicado cada vez que observamos la obra, seguro que muchos lectores aprenden a ver a Vermeer con este libro. Bozal ya ha dicho cosas muy interesantes sobre el maestro de Delft, con la prudencia extrema que exige la escasa documentación y que le aleja del ensayo a la vez que restringe el vuelo de su demostrada capacidad analítica.
Johannes Vermeer de Delft es un libro que inicia una nueva colección -Aficiones- cuyo principal inconveniente prometen ser sus ilustraciones, en una editorial que las cuida mucho, y que, por el mismo precio, podría incluir muchas más.
José Ignacio Gómez Álvarez