Itinerarios de vida cristiana

Javier Echevarría

GÉNERO

Planeta. Barcelona (2001). 263 págs. 2.600 ptas.

Mons. Javier Echevarría trató y convivió desde su juventud con el fundador del Opus Dei. De sus recuerdos procede el intenso libro Memoria del Beato Josemaría Escrivá, publicado en 2000 (ver servicio 85/00). Se comprende que ahora, al exponer en la colección de espiritualidad «Planeta Testimonio» un conjunto de reflexiones sobre aspectos capitales de la vida cristiana, aparezca desde el primer momento quien más influyó en la formación de su alma. Lógicamente, es continua y básica la referencia a aspectos centrales de la Sagrada Escritura, así como a las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del Papa Juan Pablo II. A partir de esas fuentes, conocemos la experiencia de un hombre de fe, que desea dar razón de su esperanza y avivar el paso del lector hacia el encuentro con Cristo en las diversas circunstancias de la vida cotidiana.

Aunque se publica ahora, la redacción del libro tiene muy presente el jubileo del año 2000, que conmemoraba en la Iglesia universal el bimilenario del nacimiento de Jesús. Como ha señalado Juan Pablo II en su carta apostólica Novo millennio ineunte, se ha cerrado la puerta santa, pero sigue abierto el camino de la evangelización, centrada en la persona siempre actual de Jesucristo. Hacia Él llevan los itinerarios descritos por el autor, que no se propone en esta obra aportar ideas originales, pero sí ofrecer un impulso renovado desde una doctrina muchas veces meditada.

El primer capítulo aborda «las fuentes de la existencia cristiana»: cinco meditaciones sobre cada una de las Personas de la Trinidad, la Virgen María y la Iglesia. Javier Echevarría nos pone ante el origen, que constituye también el final de la senda de quien desea transformarse en Cristo y vivir su vida dentro del misterio de la Iglesia. Un amplio capítulo segundo desgrana ese «camino del encuentro con Dios»: desde la conciencia del pecado -con su corolario de conversión- hasta el sentimiento profundo del sufrimiento, la enfermedad y la muerte, el autor desciende a aspectos básicos de la corporalidad, la oración o la familia, siempre fundamentados en la filiación divina y en el principio de unidad de vida, aportación indiscutible del fundador del Opus Dei a la teología espiritual católica. La unión -sin confusión- de lo humano y lo divino, del tiempo y la eternidad, resaltan en el capítulo tercero, «con Cristo en la historia»: los fieles, y especialmente los laicos, han de empeñarse de modo coherente en la construcción de la ciudad terrena a través de la santificación del trabajo, con máxima rectitud de intención, solidaridad auténtica y espíritu de servicio.

El autor huye de tecnicismos y prefiere una redacción sencilla y serena, inundada de espíritu positivo y optimismo, aunque no falten momentos enérgicos. En definitiva, esta obra constituye un buen instrumento para facilitar los objetivos de fidelidad y evangelización que el Romano Pontífice acaba de señalar a los creyentes en este comienzo de milenio.

Salvador Bernal

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