Iguales pero diferentes

Almuzara. Córdoba (2007). 208 págs. 18 €.

María Calvo, profesora de Derecho administrativo, trata de demostrar en este ameno ensayo que la igualdad y la diferencia entre hombre y mujer han de ser entendidos como conceptos compatibles si se quiere comprender con profundidad la riqueza del ser humano. Afirmar la dignidad de toda persona no entra en contradicción con el reconocimiento de las diferencias entre los sexos, diferencias que la autora, con gran destreza divulgativa, detalla en su ensayo, recogiendo las últimas aportaciones científicas sobre el tema.

En este sentido, recientes descubrimientos neurológicos han revelado las diferencias biológicas que sustentan el comportamiento masculino y femenino, superando la trasnochada ideología de género según la cual las diferencias sexuales resultan de una imposición cultural, sospechosamente masculina, que pretendería someter a la mujer bajo el yugo patriarcal. Para la profesora Calvo no sólo hay que partir de la diferencia entre los sexos; va más allá aún al animar y celebrar esta diversidad como un factor esencial de la riqueza del ser humano. Por ello reivindica una nueva cultura de la complementariedad para que cada uno de los ámbitos de la vida sea enriquecido con las visiones masculinas y femeninas, sin que ninguna de ellas acabe imponiéndose frente a la otra, sino, por el contrario, reciba su influencia.

De una forma más acusada, las diferencias entre hombres y mujeres se observan dentro de las aulas. En la escuela, niños y niñas se comportan, juegan y aprenden de manera diferente. María Calvo lamenta que estas diferencias no reciban una respuesta adecuada en nuestro sistema educativo, que termina imponiendo un tratamiento uniforme. Con ello se perjudica seriamente el desarrollo académico y personal de los alumnos.

El libro, en la línea del célebre ensayo The War Against Boys, de Christina Hoff Sommers (ver Aceprensa 67/06), alerta del enorme fracaso escolar masculino que sufren España y los países de nuestro entorno, consecuencia de la feminización de la escuela y de la falta de comprensión de las necesidades educativas de los varones. El remedio más eficaz sería la introducción de prácticas que, partiendo de las diferencias sexuales, potencien el rendimiento escolar de chicos y chicas. El progreso educativo, para la autora, necesita de una política educativa libre de prejuicios que sea capaz de reconocer los beneficios de la educación diferenciada, como una alternativa legítima para el que la desee y como una solución práctica al fracaso escolar.

María Calvo tiene especial cuidado en la argumentación y ofrece datos y conclusiones de estudios que avalan sus tesis.

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