Hawking y la mente de Dios

TÍTULO ORIGINALHawking and the Mind of God

GÉNERO

Gedisa. Barcelona (2004). 93 págs. 7 €. Traducción: Carme Font.

Peter Coles, profesor de Astrofísica en la Universidad de Nottingham, pretende en este pequeño libro acercar al lector al núcleo del pensamiento de Stephen Hawking: la elaboración de una teoría del todo que permitiera explicar en una sola ecuación todas las fuerzas que conocemos en la naturaleza (cfr. Aceprensa 69/05). Si lográramos esto, habríamos sido capaces de conocer la mente de Dios, al menos eso es lo que afirma el físico británico al final de su «best seller» «Historia del tiempo».

Coles hace viajar al lector a través de algunos de los hitos fundamentales de la cosmología y la mecánica cuántica del siglo XX, así como por los caminos del trabajo de Hawking en materia de agujeros negros. Pero todo ello lo hace de una forma muy breve y sencilla. Tanto que el lector exigente puede, en algunos momentos, ver mermado el atractivo del libro. Sin embargo, para el no iniciado este libro puede ser una buena puerta de entrada en el fascinante mundo de la física teórica actual, a través de esta escueta crítica del pensamiento y la figura de Hawking.

Lo mejor del libro llega al final. El autor nos lleva hasta las cuestiones claves: aun en el caso de que se lograra encontrar una teoría del todo que explicara satisfactoriamente la unificación de todas las fuerzas (cosa que no se ha conseguido), cabría preguntarse: ¿por qué la naturaleza tiene esa «superley» y no otra? Además, podemos cuestionarnos el estatuto de nuestras leyes físicas: ¿son una descripción real de lo que sucede en la naturaleza (realismo, objetivismo) o acaso son simples constructos hipotéticos útiles para desenvolvernos en ella, una especie de mapas? (pragmatismo).

Coles concluye que la figura de Hawking, aunque de indudable talla intelectual, no es comparable a la de Newton o Einstein. Éstos revolucionaron la ciencia y sus logros tuvieron un gran impacto cultural; los trabajos de Hawking, aun siendo brillantes, no tienen parangón con los de aquellos gigantes.

La otra conclusión es general: incluso en el caso de que se lograra una teoría del todo que explicara el sentido del universo, quedarían en pie preguntas claves que la ciencia físico-matemática no podría responder. Es decir, siempre habrá espacio para la metafísica y la teología, y lo dice un autor que reconoce no ser «por naturaleza un hombre religioso, pero sé lo suficiente sobre cristianismo como para darme cuenta de que ‘conocer la mente de Dios’ es como mínimo absurdo (…) Quizás sólo cuando se diseñe una teoría del todo los físicos se darán cuenta de que no alcanza su objetivo. Entonces, tal vez, los cosmólogos empezarán a explorar los fundamentos metafísicos de su campo de estudio de una forma más satisfactoria de lo que han hecho hasta ahora».

Carlos A. Marmelada

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