Encuentros y diálogos con Martin Heidegger. 1929-1976

Katz Editores. Buenos Aires (2007). 229 págs. 26 €. Traducción: Lorenzo Langbehn.

TÍTULO ORIGINALAuf einen Stern zugehen. Begugnungen mit Martin Heidegger. 1929-1976

Martin Heidegger fue, sin lugar a dudas, el filósofo más importante del siglo XX. Sin embargo, el hombre Heidegger concita antipatías cuando se resalta su afinidad -y la de su filosofía- con el régimen de Hitler, mientras que sus partidarios tratan de justificar su puesto como rector de la Universidad de Friburgo.

H.W. Petzet se encuentra en el grupo de simpatizantes de Heidegger, de quien fue amigo personal. Asistió de oyente a sus clases y seminarios y siguió frecuentando al maestro durante toda su vida. Petzet cuenta que en clase con Heidegger se percató del trabajo del pensar, de la necesidad de un continuo interrogarse. Y aunque su profesión no era la filosofía (se dedicó a la historia del arte), Heidegger le distinguió con su amistad. Gracias a ella, compartió las inquietudes, las lecturas y las opiniones del filósofo y fue testigo de los numerosos encuentros que mantuvo con algunas personalidades.

Estas páginas buscan excusar a Heidegger, y eso se nota. Es cierto que el episodio del rectorado ocupa sólo un capítulo breve, pero el autor vuelve en incontables ocasiones sobre el tema. Según el autor, el nombramiento de Heidegger no estuvo motivado por sus simpatías con el nazismo, sino por la insistencia de sus colegas. Señala que es infundado acusarle de antisemita y que renunció a su cargo cuando las autoridades nazis se entrometieron en la universidad y le obligaron a destituir a los decanos de Derecho y Medicina.

Sea cual sea la verdad del asunto, lo cierto es que el régimen de Hitler y la II Guerra Mundial supusieron un antes y un después en la biografía del filósofo. Tuvieron que pasar seis años desde la contienda para que Heidegger volviera, depurado, a dar clases en la universidad. Pero el famoso pensador, que congregaba a incontables jóvenes en sus explicaciones, no volvió a ser el mismo: desde entonces pesaba sobre él la sospecha.

El viejo Heidegger resulta huraño, extraño, misterioso, salvo para los amigos. Petzet tomó nota de sus conversaciones: diálogos de gran altura intelectual que al maestro le servían de distracción y que el discípulo aprovechaba para aprender. Versaban sobre poesía (acaso Hörderlin, siempre Rilke), autores contemporáneos (Gottfried Benn), pensadores (Löwith). De todo ello el lector saca la conclusión de que desde los años cincuenta Heidegger comenzó a recluirse en sí mismo y en su propia obra.

Además del bosquejo de una personalidad tan atrayente como la del pensador alemán, el libro ofrece las opiniones del filósofo sobre el arte moderno y contemporáneo, sus inquietudes ante el avance imparable de la técnica, su preocupación por la formación humanística de los jóvenes. Más allá, por tanto, de los esfuerzos por exonerar a Heidegger, Petzet logra acercarnos la persona de un filósofo superado por los acontecimientos.

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